El tema de las cárceles y centros penitenciarios siempre
ha sido un tema de donde sacar mucho ‘jugo’, sobre todo por parte de los
teóricos del ala más libertaria de la izquierda. Pero si nos fijamos en la
sociedad actual, parecería una locura poner en duda la existencia, en este u
otro tipo de sistema, de centros penitenciarios para esa gente “mala”. Porque
así es, a los individuos nos enseñan desde pequeños que son los “malos” los que
van a la cárcel, dando a entender que los que no van a la cárcel son personas
“buenas” lo cual es una tremenda equivocación. No podemos-ni debemos- poner en
el mismo rango las cárceles (y su función) del siglo XVIII con las del siglo
XXI, esto sería en esencia un grave error del análisis del propio derecho penal
de cada contexto histórico y de cada sociedad. No es hasta el siglo XIX cuando
la originaria esencia religiosa del derecho penal tan solo buscaba una
“venganza social” hacía el criminal que cometía un mal a la sociedad o a la
moral de esta, no había nada más como resultado en la pena aplicada al
individuo en cuestión, tan solo venganza. No es hasta el siglo XIX que se nos
empieza a decir que ya no se busca la venganza hacia el criminal, sino que se
busca una ‘rehabilitación’ del individuo para que no vuelva a reincidir y ya de
paso, los demás individuos se lo piensen dos veces antes de cometer un delito.
Hay que decir que eso es una tremenda ilusión, lo único que se consigue a
partir del siglo XIX es, tan solo, delimitar la venganza para que no sobrepase
más allá del criminal y de paso ajustar la contundencia de la pena a la
gravedad del delito cometido.
Cuando leemos y ahondamos en el tema de los sistemas
penitenciarios nos viene, desde un punto de vista sociológico, las siguientes
cuestiones: ¿Sirven las cárceles para bajar el índice de criminalidad? ¿Realmente
‘rehabilitan al individuo estas cárceles?. Estas serían dos de las cuestiones
que más me vienen a la cabeza. ¿Porque seguimos manteniendo un o este sistema
penitenciario si la gente ‘mala’ sigue cometiendo delitos y crímenes? No hace
falta ser un lince para, después de unos cuantos análisis, ver que el conjunto
de sistemas penitenciarios están superpoblados de gente mayoritariamente
proveniente de las clases bajas y populares (este hecho es mucho más presente
en países del ‘Tercer Mundo’), y el Estado o sistema en general sigue
prefiriendo masificar a la gente en cárceles en vez de atacar al problema de la
delincuencia desde la raíz. ¿Por qué no le interesa a la clase mandataria
atacar-y solucionar- de raíz la criminalidad? Porque evidentemente, eso
supondría hacer un cambio en el statu quo actual, un cambio de sistema, lo cual
no interesa para nada a las clases mandatarias y dirigentes.
Así que vemos, que sea cual sea el sistema penitenciario,
la criminalidad siempre se mantiene más o menos igual. Por muchos cambios que
se haga en un sistema penitenciario nunca dará buenos resultados, las conductas
anti-sociales siguen apareciendo. La cárcel sin duda a lo único que contribuye
es a que el criminal sea menos capaz de adaptarse a la sociedad. Esas personas
que se encierran en centros penitenciarios, al ser privados de su libertad, lo
único que se consigue es que se degrade su humanidad (aún más) sin experimentar
ninguna mejora en su persona. Llegados a este punto vemos que es la propia
cárcel la que cultiva más delincuentes.
Hay que hacer hincapié de que a la cárcel van(o suelen
ir) los más pequeños infractores y criminales que puede dar la sociedad. Con el
sistema capitalista y estatal actual vemos que los individuos que provocan
grandes males a la sociedad, no van a la cárcel e incluso llegan a gozar de
poder, privilegios, honor y respeto social. El que roba una caja fuerte irá de
seguro a la cárcel, en cambio vemos que el que estafa o roba a gran parte de la
sociedad mediante ‘las malas artes de la banca privada’ no va a la cárcel,
incluso será defendido por el poder político si este último tiene intereses
ocultos con el primero. Como he dicho antes, tan solo hay que ver que la
mayoría de presos son provenientes de las clases populares y más
desfavorecidas, que de seguro de haber tenido una mejor educación y no tener
que sufrir la desigualdad del sistema capitalista no hubieran concurrido estos
actos criminales.
Hagámonos esta pregunta: ¿Si queremos reinsertar en la sociedad
a un criminal, como lo vamos a conseguir si lo aislamos de todo contacto social?
Es algo ilógico pero déjenme que responda a esta cuestión con unas sabias
palabras de Piotr Kropotkin: “En la vida sombría del preso, sin pasión ni
emoción, se atrofian en seguida los buenos sentimientos”.
Otro de los grandes males que causa el
sistema penitenciario son los efectos negativos sobre el individuo a causa de
la incomunicación y contacto con la sociedad que tiene este. Será imposible
para cualquier individuo su rehabilitación si se encuentra incomunicado del
resto de la sociedad y tan solo puede ver a sus familiares (si tiene) durante
un breve tiempo. Como bien explica Piotr Kropotkin en su pequeño libro “Las Cárceles y su Influencia Moral Sobre Los Presos” esta incomunicación
del preso le provoca una disminución de la “vida nerviosa” a causa de la falta
de impresiones que recibe el cerebro. Esto es lógico y entendible si pensamos
que viviendo en libertad, nuestro cerebro recibe millones y millones de estimulaciones
a causa del ajetreado ritmo de la ciudad o la gran cantidad de formas, colores,
ruidos y olores que recibimos en las poblaciones más rurales. Es a causa de la
perdida de todas esas impresiones, que el individuo en prisión experimenta una
deceleración de su propia actividad cerebral y nerviosa. Por suerte esto varía
según el Estado donde se ubique el centro penitenciario.
No olviden que
el análisis que intentamos hacer es el de la imposibilidad de rehabilitar a un
preso por la naturaleza degradante de las prácticas de las cárceles. Algo que
no hay que olvidar es el trato a los presos. El hecho de que un individuo sea
tratado no como una persona, sino como un mero numero ya lo degrada per sé. El
individuo en cuestión se verá sometido siempre a la más estricta autoridad y
disciplina, siendo castigado si infringe lo más mínimo
esa autoridad o disciplina. Por no olvidar esa humillante y terrible practica
que se lleva a cabo en algunas cárceles estadounidenses (por suerte, no en todas),
donde se obliga al preso a llevar vestimentas que son consideradas ridículas o
humillantes, como por ejemplo los trajes rosas.
Analizando estas
características propias de las cárceles vemos-y queda claro- que es imposible
que se rehabilite a un preso con tales sistemas penitenciarios.
En resumen, los centros penitenciarios no ‘curan’ los
actos criminales, en todo caso los mantienen e incluso los multiplica. Y lo más
importante de todo, no olvidar que la primera y más grande consecuencia que
tienen las cárceles son las de la degradación, primero, del individuo y
seguidamente de la sociedad.
Piénsenlo, compañeros. ¿Quieren para nuestro mundo un
sistema penitenciario que no arregla los actos antisociales y que solo busca la
venganza? ¿O prefieren atacar el problema de raíz cambiando el sistema
económico, político, educativo y social? Reflexionen y decidan.
Bon article, felicitats
ResponderEliminarGracias! Seguiremos trabajando.
Eliminar¿Cuál es el ''ala más libertaria de la izquierda''? ¿Hay un ''ala menos libertario'' que no se oponga al sistema de exterminio que son las cárceles (incluyendo las de menores)? Porque entonces de ''libertario'' nada...
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