Nos situamos a finales de 1919 y la famosa huelga de 'La
Canadiense' ya ha pasado, provocando, entre otras cosas, una disparidad de
opiniones en el seno del movimiento obrero y sindical sobre la radicalidad de
los procedimientos en la lucha contra la patronal y el Estado. El diez de
diciembre de ese mismo año, el carlista Ramón Sales, antiguo militante del
Sindicato Mercantil de Barcelona en la CNT y miembro de la organización
tradicionalista 'Grup Crit de la Pàtria', se reunía con varios militantes
carlistas y miembros del Centro Obrero Legitimista. El objetivo de esa cita era
crear la Corporación General de Trabajadores de los Sindicatos Libres de
España, lo que pasaría a la historia como el Sindicato Libre o simplemente “El
Libre”. De forma paralela a esto, el día doce de diciembre de 1919 se convertía
en Primer Ministro de España el maurista Manuel Allende Salazar, el cual puso
como Gobernador Civil de Barcelona al Conde de Salvatierra. Comenzaba así un
recrudecimiento de la presión -y represión- patronal contra el movimiento
obrero (especialmente anarquista), la cual se caracterizaría por una
connivencia en materia represiva entre las fuerzas de seguridad del Estado, los
sicarios de la patronal y los carlistas del recién nacido Sindicato Libre.
Antes de explicar los sucesos violentos entre el Libre y el movimiento anarquista, veamos qué
fue aquel sindicato fundando por carlistas y que, erróneamente, se le consideró
-y se le sigue considerando- un sindicato a sueldo de la patronal (e incluso
creado por ésta). Como hemos dicho anteriormente, fue fundado el diez de diciembre
de 1919 por Ramón Sales -un joven de 19 años, antiguo miembro de la CNT,
cristiano católico devoto y de ideología carlista- junto a cien trabajadores
tradicionalistas. La creación de este sindicato se debió a varios motivos: la
radicalización ideológica dentro de la CNT, la fuerte presencia de pistoleros y
de procedimientos violentos para defender los intereses de la clase obrera y el
supuesto impedimento a mejoras salariales a causa de los dos anteriores
factores. El Sindicato Libre contó con dos etapas durante su vida. La primera,
desde su nacimiento hasta principios de 1921, en la que la afiliación era
escasa (10.000 afiliados, aproximadamente) y existía un 'pacto no escrito'
entre el Libre y el sector industrial por el que no se hizo ninguna huelga o
boicot, funcionando pues como sindicato amarillo. En la segunda fase, sin
embargo, las cosas cambiaron radicalmente. Desde mediados de 1921 hasta octubre
de 1922, el Libre comenzó a establecer acuerdos con Martínez Anido, que por
aquel entonces era Gobernador Civil de Barcelona, consiguiendo así su
protección. También se establecieron acuerdos de financiación con la Unión
Patronal, presidida por Félix Graupera, y hasta con el propio presidente
Eduardo Dato, el cual utilizó fondos públicos para financiar al Sindicato
Libre. En esta temporada llegó a tener hasta 150.000 afiliados, gracias a la
clandestinidad a la que pasó la CNT. Uno de los sambenitos que tuvo que
acarrear -y actualmente sigue acarreando- el Libre fue su consideración como
sindicato que tuvo la misión única y exclusiva de la defensa de los intereses
empresariales y que, incluso, había sido creado por la propia patronal
catalana. Nada más lejos de la realidad, ya que no fue una simple herramienta de transmisión de los intereses
empresariales y estatales, sino que fue un sindicato que guardó siempre su
autonomía y dirigió sus esfuerzos a ser una especie de alternativa al
sindicalismo revolucionario de la CNT. Aunque es cierto que fue un sindicato
amarillo, contrario a la emancipación de la clase trabajadora y una suerte de policías-obreros. De hecho, mantuvieron
siempre una actitud 'obrerista' frente a la clase empresarial a la hora de
pedir todo tipo de demandas, lo cual también provocó que cierto sector de la
burguesía tuviera igual de aversión al Sindicato Libre como a la CNT o UGT. "Solamente más tarde llegaría la
instrumentalización por parte de la patronal y de las fuerzas del Estado",
escribía Amalia Pradas.
La época del pistolerismo fue uno de los episodios más duros
de la historia de Cataluña, en lo que a violencia política se refiere, donde la
guerra social entre la burguesía y el proletariado llegó a cotas sin
precedentes y que no serían superadas hasta la Revolución Social de 1936. Ante
la increíble fuerza que estaba consiguiendo el sindicato anarquista CNT, tanto
en afiliación como en procedimientos de lucha, la patronal se las tuvo que
ingeniar para poder poner fin, de forma total o parcial, al movimiento obrero
en general y al anarquista en concreto. La clase empresarial catalana de la
época usó tres 'armas' para luchar contra el movimiento anarcosindical: declarar
lockouts, 'comprar' tanto a políticos como a cuerpos de seguridad del Estado y
armar a pistoleros-sicarios para eliminar físicamente a sindicalistas de la
CNT. La patronal utilizó todas estas 'estrategias' para combatir al sindicato
CNT convirtiendo así las calles de Barcelona en un auténtico campo de batalla
donde el único seguro de vida de cualquier trabajador afiliado a la CNT era
portar un arma de fuego encima.
El primer gran incidente armado entre miembros armados de la
CNT y pistoleros del Sindicato Libre ocurrió el seis de julio de 1920, en el
que murió en el barrio del Raval Joan Purcet, líder destacado del Libre. Como
venganza, los pistoleros amarillos asesinaban dos días después al líder cenetista
Vicenç Roig en la plaza de Urquinaona. Se daba así inicio al famoso 'ojo por
ojo', creándose una vorágine de venganzas entre los dos sindicatos en los que
los muertos de un bando precedían a otros tantos del otro bando. Desde 1916 hasta
1923 ésta fue la cotidianidad de la clase obrera catalana y del movimiento anarquista,
endureciéndose sobre todo a partir de 1920. El movimiento anarquista evolucionó
del clásico terrorismo individual del siglo XIX al llamado 'terrorismo de
masas' de los años '20; la diferencia entre los cuales la explicaba de esta
manera la escritora Amalia Pradas:
El primero se consideraba un mártir por la
idea, que decidía libre e individualmente su suerte
y no trataba de huir después de haber cometido una acción. Los delegados de los grupos de acción cenetista [pistoleros
de la CNT] se consideraban más bien profesionales del atentado, fríos
ejecutores de una consigna emanada de instancias superiores, y su intervención violenta se realizaba
con todas las garantías posibles de seguridad:
planificación previa sobre el terreno, instrumentos modernos de acción (automóvil, armas automáticas, etc…),
ataques sorpresa y plan de huida previsto.
Este nuevo método de lucha, el terrorismo de masas, fue
empleado de forma necesaria por el movimiento anarcosindicalista para
defenderse ya no solo de los ataques propios de la clase burguesa contra la
clase trabajadora, sino también para aguantar las embestidas del Estado y lo
que algunos historiadores catalogaron como 'plan de exterminio' de los cuadros
de la CNT (los llamados 'Grupos de Acción'). Todo esto provocó tanto un
incremento del 'ojo por ojo' como el hecho de que se 'obligara' a todo afiliado
de la CNT a llevar una pistola encima por si tuviera que defenderse en
cualquier momento.
Vemos entonces que fue a partir de la formación del nuevo
Gobierno de Allende Salazar que el Estado comenzó a trazar un plan de ataque
contra la CNT y todo el movimiento anarquista. El prefacio de ese plan de
ataque se haría con una gran puesta en escena de 45.000 voluntarios del Somatén
marchando por el Passeig de Gràcia el 24 de abril de 1921.
La época del pistolerismo se saldó con más de 800 atentados
y 226 víctimas mortales, muchas de ellas ilustres como el Conde de Salvatierra
(ex-Gobernador Civil de Barcelona), Francesc Layret (abogado obrerista), el Presidente
del Gobierno Eduardo Dato o el famoso Secretario General de la CNT en Cataluña
Salvador Seguí 'El noi del sucre'. Esta situación de continua violencia fue uno
de los motivos por los cuales Miguel Primo de Rivera daría un golpe de Estado
en 1923 poniendo fin así a la época de la Restauración borbónica.