viernes, 28 de febrero de 2014

Un esquirol es un piquete

Se puede ser piquete y esquirol al mismo tiempo.

Los primeros, conocidos por negar el derecho a los segundos de asistir a su lugar de estudio o de trabajo, pueden llegar a ser -y en realidad son- la misma persona.
Desde los mass media se ha intentado criminalizar la huelga, así como también negativizar la figura del "piquete". Y de hecho lo han conseguido. Pero a mí no me interesa tanto su sentido negativo, sino a quién se reconoce como tal.
Desgranando las consecuencias de las acciones de los esquiroles, nos encontramos con que ellos, al asistir a su lugar de trabajo o centro de estudio, rompen la lucha y por ende hacen disminuir el poder de presión de la huelga. Por lo que lo que provocan es que, ni el trabajador, que está a punto de sufrir un ERE, ni el estudiante, que no puede pagarse la matrícula, vayan a poder asistir a su lugar de trabajo (debido al despido) o centro de estudio (debido al impago), respectivamente.
Cuando el esquirol comprueba que no puede ocupar su lugar de trabajo, o que no puede estar en clase, es entonces cuando menciona sus supuestos derechos: “tú tienes tu derecho a hacer huelga, yo mi derecho a asistir a clase/trabajo”. Lo que no saben, empero, es que ese “derecho” al que tanto hacen referencia, sencillamente no existe. Y no existe porque si ese derecho fuese supuestamente un derecho, sería universal. Los y las que no tienen trabajo ahora mismo, lo tendrían. Y los y las que no pueden asistir a clase, podrían. Pero eso no sucede. Por tanto, ya no es un derecho, sino que es un privilegio. E intentando asistir a clase/trabajo lo que en realidad están haciendo es luchar por perpetuar su privilegio. En consecuencia, vemos que ellos y ellas -esquiroles- en realidad están siendo cómplices del paro y de que haya personas que no puedan pagarse su matrícula. De lo que se deduce que, si lucharan por su derecho a ir a clase/trabajo, siendo los derechos universales, estarían luchando también por los que no pueden asistir a clase/trabajo. Sin embargo, vemos que eso no es así, sino que casualmente es lo contrario. Al mismo tiempo que puede observarse también que quien lucha por eso mismo que esquiroles dicen luchar, son los supuestos piquetes.
En conclusión, afirmo, a contracorriente de la opinión de masas y usando la definición de ello que dan los medios de comunicación, que los esquiroles hacen la función de piquetes. Y es más, afirmo también que el o la esquirol está vulnerando el derecho a huelga de los y las huelguistas, porque al asistir a su puesto de trabajo o centro de estudio, sencillamente, la rompen.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La Educación prohibida



Si hay algo tan desconocido por la sociedad y a la vez tan importante para una ideología como es el anarquismo es, sin duda, la Educación Racional promovida de manera ejemplar por el pedagogo alellense Francesc Ferrer i Guardia con la creación de la Escuela Moderna, caracterizada por basarse en el anti-autoritarismo, el librepensamiento y ser la “creadora” de gran parte de los revolucionarios que luego tendrán protagonismo en la Revolución social de 1936 y de toda la “gimnasia revolucionaria” acaecida durante los años ’30. Aunque en el imaginario social se tiene al anarquismo como un movimiento utópico y violento, el hecho es que es una doctrina mayormente basada en el pensamiento crítico y en la Educación y la cultura. Para el anarquista la educación lo es todo. El anarquista considera que un individuo puede tener piedras, palos, pistolas o cañones; aun así, si no tiene educación, está totalmente desarmado.


¿Qué lleva a los anarquistas españoles y catalanes de principios del siglo XX a darle tanta importancia a la educación y la cultura? Esta importancia surge a partir de ver como en el Estado Español en general, y Catalunya en particular, la Escuela es una institución muy precaria a la que no pueden acceder todas las personas y que están en bajo el control de la Iglesia.

La situación de la educación española en el primer tercio del siglo XX es pésima a comparación con otros Estados socialdemócratas europeos. En aquellos tiempos, el analfabetismo rondaba el 35% de la población adulta, la mayoría de los maestros estaban mal remunerados, la educación primaria y básica solo duraba tres años y la Iglesia Católica ejercía una influencia casi monopolística sobre la institución educativa. El sector universitario es un campo totalmente reservado para la alta burguesía. Era un modelo universitario elitista.

Ante esta situación educativa y la creciente demanda de la separación entre Educación e Iglesia por parte del ala progresista del espectro político, surge un pedagogo de Alella llamado Francesc Ferrer i Guardia, que con ayuda de la herencia cedida por una antigua alumna suya, pone en marcha –y con gran éxito- el proyecto de lo que sería bautizado como Escuela Moderna. La primera Escuela Moderna se inaugura en Septiembre de 1901 y que consigue durante los seis años posteriores crear sesenta escuelas más y unos doscientos alumnos hasta que es clausurada, por primera vez, en 1906. La escuela racional comienza a ganar fama y adeptos entre los sectores anarquistas, sindicalistas y progresistas de la sociedad.

¿Por qué “racionalista? El adjetivo “racionalista” que se le atribuye a la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia es una clara muestra de intenciones. Esta nueva Escuela trata de convertirse en la antítesis del irracionalismo de la Educación religiosa y poder llegar a la Revolución Social a partir de la transformación profunda de la conciencia. El entramado de escuelas racionalistas funcionaban como una Educación autogestionada y auto-financiada mediante cuotas mensuales proporcionales a la situación económica de cada familia, e incluso concediendo becas a las familias sin recursos.

Los principios básicos y fundamentales de la Escuela Moderna se resumen en doce puntos:
  1. Educación basada en la Razón y no en la metafísica sobrenatural religiosa.
  2. Una instrucción que prepare a un ser moral y físico sin desequilibrios.
  3. Una educación que construya una moral solidaria y cooperativa, en contraposición al individualismo capitalista.
  4. Necesidad de una enseñanza adaptada a la psicología de cada niño/a.
  5. Una educación totalmente idéntica entre niños y niñas y que sean tratados como iguales.
  6. “Protección e instrucción higiénica” de los niños y niñas para tener una buena salud.
  7. Utilización del juego y de la actividad física para los niños/as pequeños con tal de desenvolver mejor su constitución física.
  8. Vital importancia de la buena preparación de los maestros y un sueldo digno acorde con la importancia de su profesión.
  9. La escuela debe ser el motor que renueve la sociedad.     
  10. Eliminación de premios, castigos y exámenes para eliminar el componente competitivo y fomentar así la cooperación.   
  11. Conseguir que todo alumno pueda pensar por sí mismo y de manera racional una vez terminado los estudios      
  12. El propósito culminante de la Escuela Moderna es fomentar la evolución progresiva de la infancia evitando atavismos regresivos.

El éxito apabullante de la Escuela Moderna y sus discursos anticlericales y revolucionarios provocan que el pedagogo alellense se gane la enemistad de las clases dirigentes y del sector eclesiástico, lo cual provoca que, después de la primera clausura de sus centros en 1906, sea encarcelado y nuevamente clausurados muchos de sus centros, dejando a cientos de niños y niñas sin escolarizar a mitad de curso. A partir de aquí, vemos como Francesc Ferrer i Guardia se convierte en una suerte de mártir de la “neo-inquisición” española. Finalmente, consigue recuperar su libertad tras mucho apoyo popular en las manifestaciones pero sus centros siguen clausurados. Mientras, sus alumnos siguen desamparados sin escolarización y son obligados por la fuerza a volver a las escuelas religiosas, lo cual para muchos alumnos resultó traumático el paso de una escuela basada en la democracia y el librepensamiento hacia una escuela fundamentada en el terror, el castigo y la jerarquía.

En Julio de 1909 se desencadena en la ciudad condal una gran huelga general como forma de protesta contra la Guerra de Marruecos que afecta mayormente a la clase trabajadora, lo que provocará una gran quema de conventos, iglesias y centros religiosos educativos como forma de venganza por el cierre de las Escuelas Modernas. Tanto la élite política como la Iglesia española lo saben. He aquí el motivo por el cual las autoridades del momento culparon a Ferrer i Guardia de ser el promotor e instigador de la Huelga General contra la Guerra de Marruecos. Mediante un juicio sumarísimo manipulado, lo condena a la pena de muerte sin haberse probado nada por lo que se le inculpaba. En la figura de Ferrer i Guardia se quería fusilar no solo al hombre, sino al ideal anarquista. Francesc Ferrer i Guardia fue fusilado la mañana del 13 de octubre en el Castillo de Montjuic. Murió con entereza y valentía gritando: “¡Apuntad bien muchachos! ¡Soy inocente! ¡Viva la Escuela Moderna!”.



“Su crimen fue ser socialista, librepensador; su crimen fue haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruir a miles de niños en la moral independiente, su crimen fue haber fundado escuelas”. Anatole France, Premio Nobel de Literatura en 1921.

Enlaces de interés: http://www.sindicat.net/docencia/docencia29.pdf
http://www.uhu.es/cine.educacion/figuraspedagogia/0_ferrerguardia.htm
http://www.youtube.com/watch?v=-1Y9OqSJKCc



Notas:

Ese período fue conocido como la Semana Trágica, y fue en concreto por el reclutamiento de hijos de la clase trabajadora para el ejército de reservistas que serían enviados a Marruecos.


domingo, 9 de febrero de 2014

El debate político como espectáculo reflejo de la hegemonía

“La forma inteligente de mantener a la población pasiva y obediente es limitando el espectro de opiniones políticamente correctas, pero alentando acalorados debates dentro de los límites de ese espectro” –NOAM CHOMSKY
    La frase que encabeza el presente artículo puede servir como resumen de las ideas y argumentos expuestos a continuación.
   Observar los debates[1] de los tertulianos puede ser una interesante actividad para observar la predisposición ideológica de un debate. Cual disposición parlamentaria cada uno de ellos ocupa un lugar simbólico en el plató.  Normalmente los tertulianos se agrupan en dos bloques que hacen patente el choque de opiniones, cuanto mayor sea el número de tertulianos más diametralmente serán ordenados según criterios de moderación o radicalismo –aunque no siempre-. El debate gira en torno a temas polémicos y principalmente de actualidad.

      La presentación del debate en todas sus facetas técnicas denota el ya corriente “liberalismo político” que trata sobre la inclusión de diferentes puntos de vista políticamente correctos, esto es, sin que las opiniones contradigan o entre en conflicto con la universalizada democracia-liberal de mercado, convirtiendo a las opiniones de los comentaristas en la voz de lo posible dentro del actual marco político. Mientras los debates se mantengan obtusos en este aspecto no podremos considerarlos un debate político puesto que el acto político implica una ruptura con el orden preestablecido y si no existe esa ruptura dejaremos de hablar de política en su pura esencia como la resolución de conflictos y daremos lugar a una puesta en escena de opiniones estériles. Si la política es realizar lo imposible, los principales debates que se nos muestra (LaSextaNoche, El cascabel, El gato al agua, etc.) son debates de cómo realizar lo permisible y a eso se le llama negocios o relaciones públicas, no política propiamente.
La máxima de estos programas se podría resumir en algún que otro mantra aquejado de un profundo relativismo y tolerancia absurda como “cada cual dice su verdad”, algo que ya refutó Aristóteles hace más de 2000 mil años. Mediante esta premisa, la cual trata de igual manera todas las opiniones, el espectador parece verse forzado a identificarse con un punto de vista afín que intente asemejarse lo máximo con sus intereses y valores. Es como si las respuestas posibles a escoger se encontraran en cualquiera de los productos mostrados en escaparate, es decir, únicamente los productos mostrados de cara a la galería. Las respuestas a los conflictos que estén fuera de este espectro serán consideradas políticamente incorrectas, como las siguientes acusaciones por ejemplo, entre otras varias:
·         Acusación de demagogia, manipulación u omisión de información para crear un discurso reduccionista y que gane apoyos.
·         Acusación tu quoque (latinismo que hace referencia a la falacia de un argumento debido a que el emisor del argumento ha incurrido en los errores que este mismo acusa, muy comúnmente recurre a datos manipulados o descontextualizados para validar dicha acusación).
·         Se muestra la propuesta como un anacronismo, como si fuera producto de las condiciones de una época pasada y los elementos que se proponen ya no tiene cabida en el  momento actual.
·         Responder a los planteamientos como utopías e idealizaciones irrealizables.Estas acusaciones son esgrimidas mayormente por sectores derechistas e incluso liberales.
       Ejemplificaré estas cuestiones con la falsa dicotomía izquierda-derecha del PP y PSOE. Muy a menudo, de manera corriente, se plasma la idea de que PP/PSOE son partidos dentro del espectro ideológico clásico burgués[2] como de centro, pero con tendencias a la derecha o a la izquierda. Bien, esta falsa creencia se sustenta sobre la base de los posicionamientos formales ante distintos temas que otorgan a cada partido su “toque personal” y son usados como baza para hacer patente su total diferencia respecto del otro. Este posicionamiento es más simbólico que real, puesto que ambos comparten las mismas bases en políticas y económicas de actuación, como por ejemplo el pacto para la reforma del art. 35 de la Constitución Española para hacer frente al pago del déficit a la banca. Vemos que ese simbolismo permite hacer creer –si es que alguien aún se lo cree- a los votantes que optan por posturas distintas cuando realmente lo que hacen son reforzar el bipartidismo. Esto en el debate se hace ver cuando tertulianos derechistas y cercanos al régimen hacen hincapié en los años de gobernanza de la izquierda, haciendo referencia al PSOE, como los causantes de muchos de los males económicos y de otra índole que afectan al país y no la derivación del régimen franquista a una democracia oligárquica.
     La percepción irreal de esta falsa dicotomía política distorsiona el ideario del ciudadano frente a la política haciéndole perder la confianza en las instituciones públicas y en la participación de los –pocos- procesos democráticos que le es confiado. Esta desilusión se trasluce con frases como “todos los políticos son iguales, solo roban” o “izquierda y derecha misma mierda”. Este juicio a priori resulta peligroso, puesto que al no participar se ofrece mayor poder de decisión a las grandes oligarquías políticas y económicas y puede desembocar en una actitud filofascista ante el hartazgo de la incompetencia y el mirar hacia otro lado de los delegados políticos de la sociedad civil haciendo resurgir respuestas reaccionarias que profetizan el cumplimiento de los deseos inmediatos del “pueblo” o las “masas”...

        La mediatización de las opiniones políticas se convierte en un sucedáneo de la propia hegemonía, como que hay que posicionarse siempre en las posturas ofrecidas por los medios sin que haya posibilidad de transgredir esos límites políticamente correctos ay que con ello se rompen los fundamentos institucionales del propio debate. El único posicionamiento que debe dar cabida en los actuales debates son la verdad y la mentira. La verdad no puede ser fruto de un consenso o negociación entre grupos o individuos (en este caso tertulianos) porque la verdad simplemente es o no es.
     La verdad en su configuración pactada requiere de un consenso entre esta misma y la mentira como punto de partida para iniciar un conflicto ideológico entre los que desean desbrozar por completo la mentira o consenso y dar lugar a una nueva verdad configurada contra los que pretenden convertir esa verdad en una mistificación surgida de otra ideología. Esta “lucha” entre nociones concretas que aspiran a “universalizarse” en la configuración política de la verdad es el objetivo de uno u otro bloque/comentarista en el debate o grupos de presión en los movimientos sociales. De lo que se trata, y esto recae en la responsabilidad de los intelectuales y teóricos, es de –frente a esta “tesis” y “antítesis”- plantear una superación (aufhebung) que trascienda toda ideología y que constituya el instrumento para saber aquello que verdaderamente es, sin falsas premisas desvinculadas del mundo material.
Mi consejo, quiero que seas políticamente incorrecto.


 Por Razvan Sebastian Pantea.


[1] Con “debate” hago referencia a discusiones más o menos mediadas en torno a varios temas protagonizados por más de 2 o 3 comentaristas.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Las colectivizaciones anarquistas durante la Revolución de 1936

Si hay algo tan arraigado en la historia del pueblo español y a la vez tan desconocido por los intereses de la clase dominante y del Estado, eso es sin duda, el movimiento anarcosindicalista español que durante la Guerra Civil Española hizo historia implantando una sociedad totalmente anarquista. Algunos soñaron con el triunfo de esa revolución social que parecía que traería un nuevo y mejor porvenir para la sociedad española. Por suerte para unos y por desgracia para otros, la revolución social no se consumó con éxito. Pero aun así se pudo vivir durante un brevísimo tiempo, a la par que muy intenso, en una sociedad totalmente anarquista, una sociedad totalmente libre de clases burguesas y aristocráticas. En 1936 se materializó la utopía. Esa utopía llamada libertad.




 Autogestión agrícola.

¿Cómo funcionaron las colectividades en las zonas rurales? Pues bien, a partir de 1936 el movimiento obrero organizado alrededor –mayormente- de la CNT-FAI y UGT, vislumbra la posibilidad de aprovechar la Guerra Civil Española e implantar en el campo un sistema anarquista de colectivización y autogestión. Las colectividades agrícolas fueron asumidas y controladas por los sindicatos; para administrar la economía de cada colectividad, la asamblea general de campesinas y campesinos elegía en cada población o aldea un comité de gestión económica. El trabajo pasó a ser un deber, y todo individuo entre los dieciocho y sesenta años estaba obligado a trabajar. A partir de aquí, y para hacer más fácil el funcionamiento de las colectividades, se organizaban al campesinado en grupos de diez individuos encabezados por un delegado escogido mediante asamblea. 

A cada grupo de diez se le asignaba una zona de cultivo o un cometido, teniendo en cuenta la naturaleza de cada trabajo y la edad de cada miembro. Una vez acabada la jornada de trabajo, por la noche el Comité de Gestión se reunía con los delegados de cada grupo para repasar cómo había ido el trabajo durante ese día. Seguidamente, el pueblo o Comuna hacía una Asamblea General con todos los habitantes para explicar la gestión y cómo se iba desarrollando todo.

En estas comunas y pueblos estaba todo a disposición de todos, esto es, que se ponía todo en común, a excepción de cosas tan evidentes como el mobiliario, la vestimenta, la economía familiar, las pequeñas parcelas de huertos o jardines e incluso el ganado menor que pudiera tener cada familia o individuo. Con el ganado “mayor” sí que se ponía en común de los trabajadores, por ejemplo, las ovejas de la comunidad se repartían en rebaños de unos cuantos centenares, se les confiaba a los pastores y se les asignaba metódicamente un sector de la montaña o campo.

En lo que atañe a la forma de distribuir los productos consumibles se puso en práctica más de un sistema, la mayoría pusieron en práctica un sistema de distribución propio del colectivismo, mientras que en otras zonas se implantó una distribución basada en un sistema comunista integral y también hubo zonas donde se hizo una síntesis de las dos concepciones de distribución. Como he dicho anteriormente, lo más “normal” fue una distribución colectivista de la producción donde se repartía un salario a cada familia en función de las necesidades de todos los miembros de esta. Cada cabeza de familia (hablamos del hombre, recordemos que aún pervivía el patriarcado), recibía un bono que valía un determinado número de pesetas que servía, solamente, para intercambiarlo por bienes de consumo en los almacenes de abastecimiento que tenía cada comuna o pueblo. Como hecho curioso, los almacenes comunales se establecían normalmente en las Iglesias, ya que no había curas ni monjas, bien porque habían muerto a causa de la Guerra o bien porque habían conseguido huir. Todo saldo no gastado mediante los bonos de cada persona se acumulaban en una cuenta de reserva individual. La vivienda, la luz, el agua, la sanidad y la asistencia a personas de la tercera edad se concedían de manera gratuita, al igual que la educación escolar, que era obligatoria para todos los niños y niñas menores de catorce años, los cuales no podían trabajar hasta cumplir esta edad.

La incorporación a las colectividades se hacía de manera voluntaria; nadie estaba obligado a permanecer o a entrar en ellas. Pero se sobreentendía que todo aquel que no quería participar ni integrarse en las colectividades no tenía derecho a esperar servicios o prestaciones de la misma comunidad.  

Volviendo al tema del sistema de distribución de la producción, se vio cómo las colectividades y pueblos que se basaron en un sistema colectivista y en una remuneración económica por jornada de trabajo aguantaron más y mejor que aquellas (que eran menor en número) en las que se quiso implantar de manera muy rápida un comunismo integral, donde no existía la retribución por jornada laboral y se “tomaba del montón” directamente.  En estas zonas donde se intentó aplicar un comunismo integral y su pertinente eliminación del dinero se cayó en la autarquía y no tardaron en hacerse notar sus inconvenientes. Entre cada pueblo se consiguió crear unos lazos de solidaridad nunca vistos antes, creándose Cajas de Compensación para las colectividades más pobres. Las herramientas y utensilios del trabajo o materias primas y el excedente de trabajo se repartían entre las comunidades que más lo necesitaban; todo un canto a la solidaridad y al apoyo mutuo.

El éxito de la socialización de la tierra y del surgimiento de las colectividades supo resistir de gran manera los saboteos varios que recibía de los enemigos, tales como fascistas y bolcheviques. Sin duda se superó en producción a la gran propiedad privada que existía hasta entonces en la España rural. La tierra y el campo se cultivaron a grandes extensiones siguiendo estrictamente planes generales y directrices agroeconómicas. Se incrementó la superficie sembrada y se perfeccionó los distintos métodos de trabajo. También se crearon escuelas técnicas rurales para un mayor aprendizaje. Así, la socialización y colectivización de la tierra demostró su eficacia y superioridad frente a la propiedad privada, tanto grande como pequeña. La planificación de la producción quedaba esbozada a partir de las estadísticas de producción y de consumo hechas por los respectivos comités comarcales y por los distintos comités regionales que eran los encargados de controlar la calidad y cantidad de la producción agrícola. Se crearon a lo largo y ancho de todo el Estado Español unas 450 colectividades repartidas mayormente entre Catalunya, Aragón, todo el Levante (zona donde más colectividades hubo), Castilla, Extremadura y parte de Andalucía.

Hemos intentado sacar a la luz uno de los momentos más importantes y extraordinarios de la historia del movimiento obrero español que, a pesar de su éxito e importancia, “los de arriba” se han cuidado muy bien de que no se conociera demasiado. Hemos visto cómo el pueblo de las zonas rurales es capaz de vivir en autogestión e implantar una nueva sociedad basada en la libertad, la solidaridad y el apoyo mutuo, y que incluso estas colectividades, alrededor de las Federaciones Regionales consiguió alfabetizar y educar al campesinado mediante programas de conferencias, sesiones de cine, teatros, etc. Todo esto y más es lo que le debemos al sindicalismo revolucionario del Estado Español.

Decía Fenner Brockway, miembro del Partido Laborista Independiente y famoso activista por la Paz mundial, después de su paso por la Guerra Civil Española: “El espíritu de los campesinos, su entusiasmo, el modo en que aportan su esfuerzo a la labor común y el orgullo de que dan muestra, todo resulta admirable”.



La autogestión también realizó sus ensayos en la industria, y de manera más acusada en Catalunya ya que era la zona más industrializada en aquella época. El conjunto de la clase obrera asumió de manera espontánea el control de las empresas y de la industria ya que los empresarios habían huido, habían muerto a causa de la Guerra Civil o bien habían aceptado la colectivización y se habían unido como un trabajador más.


Las empresas catalanas ondearon la bandera rojinegra de la CNT mientras eran administradas por los propios trabajadores y trabajadoras agrupados alrededor de Comités Revolucionarios, al principio sin ayuda ni interferencias del Estado o Generalitat. Aunque hubo ciertas empresas donde los trabajadores tuvieron que administrarla sin una dirección experimentada, en la mayoría de casos los obreros contaron con la ayuda y apoyo de los técnicos. Hecho insólito en un momento revolucionario que en otras experiencias revolucionarias no se produjeron, como por ejemplo en la Revolución Rusa de 1917 o en la Italia de 1920 durante un breve -pero intenso- período de tiempo en donde los trabajadores ocuparon las fábricas.  Así que en nuestro caso, el caso español y catalán, los técnicos colaboraron con los trabajadores y trabajadoras. 

Nos encontramos en Octubre de 1936, ya comenzada la Guerra Civil Española, se celebra en Barcelona un Congreso Sindical con la representación de 600.000 trabajadores y trabajadoras donde se estudió y debatió sobre el porvenir de la socialización de la industria. Esta iniciativa de socialización fue incluso aceptada por el Gobierno Catalán del momento lanzando un decreto el día 24 de Octubre del ’36, donde se legalizaba en cierta manera las colectivizaciones, siempre y cuando hubiera un delegado del Gobierno que controlara la producción y el funcionamiento de la empresa en cuestión. ¿Cuál era el parámetro para socializar? Según el decreto del Gobierno Catalán se debían socializar las empresas de más de cien trabajadores y trabajadoras. Las empresas con un número de trabajadores y trabajadoras entre 50 y 100 individuos podían seguir perteneciendo al sector privado a no ser que tres cuartas partes de estos decidieran la socialización de la empresa, e igualmente aquellas cuyos propietarios habían sido declarados “fascistas” por los tribunales populares.
¿Cómo se dirigían las nuevas empresas e industrias socializadas? Cada fábrica y empresa era dirigida por un Comité Revolucionario formado de cinco a quince miembros, que a su vez eran elegidos por la asamblea general de trabajadores y trabajadoras pudiéndose revocar el puesto. El mandato de los miembros de dicho Comité duraba dos años. Finalmente el Comité elegía un director de empresa al cual se le delegaba todos los poderes o parte de ellos. Como hemos dicho anteriormente sobre el Decreto catalán de colectivización, había cierto control gubernamental sobre la industria y empresas socializadas, de tal forma, que el Gobierno enviaba a un “observador” elegido directamente por los comités de gestión empresarial para velar por el buen funcionamiento de las empresas. Por tanto nos encontramos con una cogestión entre trabajadores y Estado y no con una autogestión integral. Hay que decir que estos comités de gestión empresarial/industrial podían ser revocados por la propia Asamblea General de trabajadores y trabajadoras, o bien por el Consejo General de la rama de industria (institución formada por cuatro representantes de los comités de gestión y ocho de los sindicatos obreros). La función básica de este Consejo General era el de planificar el trabajo y fijar la distribución de los beneficios. 

Si bien vimos cómo en algunas zonas rurales se implantaba un comunismo integral donde desaparecía el dinero, aquí nos encontramos con la subsistencia del salario y del dinero al más puro estilo colectivista, y cada trabajador y trabajadora tenía su salario fijo.

Aquel Decreto catalán aprobado el 24 de Octubre de 1936, no fue más que un compromiso entre la autogestión anarquista y la tendencia a tener una tutela estatal/gubernamental. No hay que olvidar que este decreto fue redactado por ministros libertarios que participaban en la Generalitat y aceptado, cómo no, por la CNT; pero como en todas las empresas, había unas más ricas que otras. Unas podían permitirse pagar salarios bastante elevados mientras que otras, a duras penas podían pagar los salarios que habían antes de la guerra. Para acabar con esta desigualdad empresarial se crearon Cajas de Compensación para así poder distribuir las materias primas y recursos de manera equitativa. 

Aun el éxito con el que se estaba llevando a cabo la socialización de la industria por parte de los trabajadores y trabajadoras, el control total de los medios de producción por parte de los sindicatos revolucionarios no pudo desarrollarse tan rápidamente como se quiso, ya que los bolcheviques y los reformistas se opusieron a la expropiación de las “clases medias” y “defendían” el sector privado que aún existía. Curioso que luego fueran los propios bolcheviques los que tilden de “pequeño-burgueses” a los anarquistas.  

Si salimos de Catalunya y viajamos hacia la España republicana vemos que las colectivizaciones de la industria fueron menor en número por dos motivos principales: no había tanta industria como en Catalunya y a la vez no existía ningún decreto de socialización por parte del Gobierno Central. Aunque sí que era frecuente ver cómo en las empresas privadas existía siempre un comité de control obrero para evitar explotación o usura del patrón. Aun así, de igual modo que sucedió en el sector agrario, la autogestión industrial en la España republicana funcionó de maravilla, y así lo atestiguan sus testigos presenciales que ahondan sobretodo en el buen funcionamiento de los servicios públicos en régimen de gestión autónoma de los propios trabajadores y trabajadoras. El buen funcionamiento de la industria socializada fue decisivo a la guerra contra el fascismo y el nazismo. Se levantaron grandes industrias de armamento para entregarlos a los valerosos y heroicos milicianos y soldados que luchaban contra el fascismo en los frentes. Como diría Juan Gómez Casas: “Obreros y técnicos rivalizaron en ardor y en espíritu de iniciativa” para mejorar la producción armamentística. El frente republicano se vio pronto beneficiado de la producción industrial y armamentística, sobretodo la fabricada en Catalunya.

Como hemos visto, de forma paralela a la Guerra Civil Española vimos en todo su esplendor el inicio de una Revolución social que llevó al pueblo trabajador español a auto gestionarse por sí mismo, sin necesidad de gobernantes, monarcas ni empresarios. El pueblo se desligó de sus antiguas cadenas y cogió las riendas de su vida para cabalgar hacia eso que llaman Libertad. No lo conseguimos, los ataques exteriores nos hicieron perder, pero esa experiencia escribió uno de los capítulos más brillantes de la historia del movimiento obrero español, catalán y mundial. El pueblo que un día pasaba hambre se despertó al día siguiente con toda la comida que quiso.


“Ante todo tengo que deciros que la CNT-FAI no ha sido tratada como merecía. Hoy sois dueños de la ciudad y de Catalunya porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas. Todo el Poder ahora es vuestro. Si no me necesitáis, o no me queréis como Presidente de Catalunya, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo”. Lluís Companys a los anarquistas en 1936, después del intento de Golpe de Estado.