sábado, 26 de octubre de 2013

¿Es la sociedad el reflejo del sistema o es el sistema el reflejo de la sociedad?

Mitos hay muchos, pero éste es uno de los más importantes y más arraigados que existen hoy en día entre las generaciones jóvenes y no tan jóvenes: el sistema es el reflejo de la sociedad que tenemos. Es lo que nos merecemos.

Empecemos por decir que tal afirmación es un simplismo y una negación histórica del tamaño del sol. Lo siguiente que podemos hacer es ver el porqué. Y lo podemos hacer recurriendo al punto concreto en el que el sistema nació.

Situémonos en los s.XVI y s.XVII en los que el capitalismo comercial estaba ya floreciendo. Este hecho no se dio por ciencia infusa, sino por el descubrimiento de nuevos canales de comercio precedidos por grandes expediciones. Esto permitió que el comercio se asentara y comenzara a nacer una burguesía en determinados países, que fue la que creo, asentó y perpetuó su sistema con sus consiguientes revoluciones.

Tal hecho pues, evidencia que una parte de la sociedad creó el sistema, pero no significa que fuese toda ella. La clase trabajadora, por el contrario, nació del sistema. De un sistema que necesita clases sociales. Y que se vio obligada a trabajar por la coacción de estados absolutistas.  


Es por eso que, en conclusión, podemos afirmar que es falso que tengamos lo que nos merecemos, ya que el sistema es el reflejo de la clase burguesa, pero no de la trabajadora (siendo ésta, por el contrario, reflejo del sistema). Poniendo de relieve, de paso, que no podemos englobar a las dos clases como un todo (sociedad).

viernes, 25 de octubre de 2013

Dependencia social y pseudoindividualismo en un Estado actual

"Yo tengo derecho a clase, tu tienes derecho a huelga". Y él no tiene derecho a carrera porque no tiene dinero para pagarla.

Empiezo así para tratar un tema actual sobre el que se está hablando estos días: los piquetes.

Se os olvida que vivimos en sociedad, y que el hecho de no protestar por algo y no ser una mayoría poderosa, perjudica a unos. Como decía Ulrike Meinhof "protesto cuando digo que no seguiré colaborando, resisto cuando me ocupo de que los otros tampoco colaboren". Porque que unos no hagan huelga, perjudica a otros que no pueden acceder a una educación. ¿Paradójico, no? Los eskiroles (y los llamo así para que nos entendamos) protestando porque los piquetes no les dejan estudiar, pero a la vez ellos mismos provocando que otros no puedan estudiar al no protestar. ¿Quién no está respetando a quién? ¿Quién está empujando, imponiendo o violentando a quién? Y lo más importante, entonces, ¿quiénes son los piquetes aquí?

No es solidaridad obligada, es recordar que vivimos en un estado, y que mi vida está sujeta a la de mi vecino y a la tuya. Que si unos no se levantan, otros simplemente no viven. No os llaméis demócratas, porque en realidad no queréis vivir en sociedad.

Y si tanto os molesta, eliminad los estados y ya no dependeréis de nadie. Ya nadie se verá privado de nada por el hecho de que vosotros no protestéis ni resistáis.

Esta pequeña reflexión ha sido escrita para darle difusión por las redes con el objetivo de ofrecer una visión total de la huelga estudiantil y sus características, al contrario de lo que se está promoviendo. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Violencia, liberación y revolución.

Estamos acostumbrados a oír desde los medios de comunicación que cualquier violencia es mala, que la violencia genera más violencia y que en el siglo XXI la violencia no puede ser tolerada, el propio Poder ha perfeccionado sus aparatos ideológicos y propagandísticos para difundir estos mensajes de paz. Casualmente estas frases “ghandianas” suelen provenir de las instituciones del propio Estado que no deja de ser la institución más violenta por naturaleza; quién sabe si inculcar la no-violencia en la el imaginario social es una forma de mantenernos pasivos ante cualquier injusticia y no cuestionar el ‘statu quo’. Pero hay que intentar pensar más allá de la manipulación del Estado y sus medios de comunicación, ni todas las violencias son iguales ni todas las violencias tienen el mismo fin.

¿Cuándo es legitima un a violencia? ¿Cuándo estamos justificados a utilizar la violencia? La violencia siempre es legítima cuando se trata de un acto de auto-defensa. El subordinado, el oprimido (ya sea un colectivo o un individuo) o el esclavo está constantemente en una situación injusta frente a su patrón, amo u opresor, y por ende estará justificado para utilizar la violencia como modo de liberación. Imagínense que ustedes van por la calle y dos maleantes le intentan agredir sin motivo justificado, lo más normal y justo es que ustedes se puedan defender con  violencia ¿verdad? Pues el esclavo o el oprimido también deben usar la violencia de manera legítima para desligarse de su subordinación. Así que la violencia siempre es justificable cuando sirve para defenderse a uno mismo o a los demás. Siempre hablaremos de violencia desde un punto de vista defensivo, no nos interesa la violencia autoritaria impuesta por los opresores contra los oprimidos, esta última violencia es la que repudiamos constantemente.

No se trata de ser violento o no, se trata de una cuestión de dignidad, todos los individuos y colectivos oprimidos que quieran mantener su dignidad deberán rebelarse contra la bota opresora que les presiona la cabeza. Algunos dirán: “Acabemos con el poder establecido desde la legalidad y el pacifismo, no a la violencia”. Son tan osados al proclamar tal consigna que caen en un gran error; no puedes derrocar el poder mediante la legalidad, ya que esa legalidad ha sido establecida por el propio poder para mantenerse en el tiempo. Por tanto todo individuo o comunidad oprimidas que quiera cambiar su situación de subordinación deberá salirse de la legalidad en menor o mayor grado según sea el nivel de subordinación que sufren.  Por ejemplo, a una comunidad solo le podrá hacer falta la desobediencia civil y a otro colectivo le puede hacer falta una guerra civil contra el bando opresor. El límite de esta opresión por parte de un Estado o la clase capitalista vendrá dado por la resistencia que ofrezca el pueblo.

Tenemos muchos ejemplos de cómo a lo largo del siglo XX se ha salido de la legalidad para acabar con la imposición del Estado y la clase dominante.  Los afroamericanos de USA, al verse oprimidos y considerados inferiores crearon grupos armados y políticos de resistencia tales como los “Black Panthers” (panteras negras) que se organizaron en barrios autogestionados para acabar con la supremacía blanca. Otro ejemplo más próximo y más “suave” lo tenemos en Catalunya, concretamente en Barcelona. En el barrio de la Trinitat o Nou Barris se secuestraban autobuses para reclamar que llegara el transporte público a sus barrios, y lo consiguieron. Obviamente hay miles y miles de casos durante la historia de la humanidad de como mediante la desobediencia y la violencia se han conseguido restar la opresión que se ejerce sobre las clases populares de la sociedad.

El camino hacia la libertad no se puede hacer “con guantes de seda” que diría Iosif Stalin. Para conseguir esa libertad será necesaria la violencia y/o la desobediencia civil, porque es una ingenuidad pensar que los privilegiados y poderosos reconozcan el mal que causa su poder y sus privilegios y renuncien a ellos voluntariamente.  Habremos de salirnos de la legalidad, si es que se quiere la libertad, usando la violencia y/o la desobediencia para poner fin a la mayor violencia que son el Estado Moderno y la clase dominante capitalista que tiene esclavizados, subordinados y oprimidos a la mayoría de la humanidad.

“La violencia liberadora (revolucionaria) es la única manera de poner fin al sufrimiento diario de las masas y a la crueles tragedias que azotan la humanidad”. Errico Malatesta.


jueves, 10 de octubre de 2013

La falacia del liberalismo político: "el estado protege nuestros derechos"

Según el liberalismo político, la función del estado es proteger los derechos del individuo (Locke, 2004). Pero, echemos un vistazo hacia atrás y veamos el porqué de la necesidad de un ente superior que vele por el pueblo.

viernes, 4 de octubre de 2013

Anarquismo, caos y desorden.

¿Cuántas veces habremos oído la afirmación “el anarquismo es caos y desorden” o “sin Gobierno nos mataríamos unos a los otros”? Sin duda, este tipo de dogmas han estado y siguen estando al orden del día, como si el espíritu de Hobbes nos poseyera con su famoso “Homo Homini Lupus”.
Bien, expliquemos primero el significado de la palabra Anarquía; Por un lado tenemos “an”: ‘Ausencia de’. Y por el otro “arquía”: ‘Gobierno o Estado’.
Es ya desde la Antigua Grecia que por parte de los que ostentan el poder, se intenta calumniar a cualquiera que ponga en duda la existencia y función de dicho Poder y Gobierno. Queda en evidencia por tanto que desde hace siglos, fue y es deber de los poderosos hacer creer a todas las generaciones que tan solo mediante un Gobierno y una autoridad se puede consolidar una sociedad “ordenada”. Es por eso que, si la gente cree que Gobierno es igual a orden, también creerán que sin Gobierno habrá desorden. Y nada más lejos de la realidad. Casualmente la gente que suele afirmar que el anarquismo es caos y desorden es o gente poderosa que recurre al engaño y a extender el gen de la desinformación para mantener su status o bien son personas que no han leído teoría anarquista y se ha infectado con ese gen de la desinformación.
No es mi intención hacer aquí una clase de historia, pero sí que podemos recordar que en ella ya se han consolidado sociedades libertarias, como por ejemplo La Makhnovia de Ucrania que duró de 1917 hasta 1921, o las distintas zonas de España (Cataluña, Valencia o Aragón) que durante los años ’30 se conformaron en una sociedad anarquista, o la famosa Comuna de Shinmin en Corea. Casualmente los ejemplos de sociedades anarquistas en la historia no sucumbieron porque generaran desorden o caos, sino porque, por desgracia, no pudieron resistir a los ataques imperialistas, capitalistas y leninistas que venían desde el exterior. Estos hechos históricos demuestran que sociedad libertarias o anarquistas son de por sí, viables.
Pero dejemos la historia y volvamos al principio. Como ya hemos visto, una de las mejores armas que tiene todo Estado o Gobierno es la de hacer creer a su pueblo que sin su ausencia todo sería caos y destrucción.  Esta simple manipulación les sirve, de entrada, para seguir viviendo a costa de todo un pueblo y de su trabajo y sudor. No deja de ser cínico que un Estado o Gobierno se esconda tras la fachada de un “Padre protector” que vela por nuestra seguridad y nuestro bienestar cuando lo único que hace es mantenerse por la violencia y coacción para vivir a nuestra costa, a costa de millones de personas. Llegados a este punto, podemos –y debemos- afirmar que anarquía no significa ausencia de orden, sino ausencia de líderes y ausencia de autoridad y coacción.  Porque el único orden que puede funcionar es el orden basado en pactos y tratos voluntarios, si el orden es impuesto por la violencia, pueden estar seguros que fallará como en la actualidad.
¿Qué es el orden en un sistema Estatal como el actual? Pues bien, para ellos el orden es la mujer vendiendo su cuerpo por no poder dar de comer a sus críos; es el minero sepultado para engordar los bolsillos de los capitalistas; es el niño viviendo en las calles en medio de la violencia y el hambre; es el obrero dejándose más de la mitad de su trabajo para beneficio del burgués explotador; es la destrucción del medio ambiente y de los animales para aumentar las arcas del capital… Si este es el “orden” que nos imponen ¡claro que deseamos su destrucción!

Es desde la propia institución estatal que, desde hace siglos, se ha intentado –y se ha conseguido- que la palabra anarquía se utilice para designar contextos caóticos y de descontrol.
El Estado mantiene su “orden” mediante la violencia a todo aquel que lo cuestione mientras que  el anarquismo se basa en la razón, en el raciocinio del ser humano y es por eso que el ideal anarquista nunca se puede imponer por la fuerza o de manera autoritaria, como dijo Librado Rivera: Los anarquistas no imponemos las ideas que sustentamos, sólo las exponemos”.
Ser anarquista consiste en abrazar a la humanidad y a la razón, y que nuestras decisiones sean tomadas por nosotros mismos en vez de delegar nuestro destino en un Estado, Gobierno o “representantes”. Ser anarquista es considerar la libertad (tanto individual, como colectiva) el bien más preciado y respetado. Ser anarquista consiste en considerar al individuo –y seguidamente al colectivo como únicos soberanos de su propio destino y futuro mediante pactos voluntarios y no impuestos.
Algunos llamarán violentos a los anarquistas. Ante esto debo decir lo siguiente: En el “orden” actual se derivan diferentes tipos de violencia. Pobreza, hambre, marginación social, muerte de millones de personas por hambre y destrucción del medio ambiente. Es precisamente estos tipos de violencia las que son rechazadas por el ideal anarquista. Romper escaparates de multinacionales o grandes bancos tan solo son actos simbólicos. Aun así  acusan de violentos a los anarquistas. Pero ellos, los anarquistas, tan solo destruyen seres inanimados que no sufren ni sienten, en cambio, los indígenas americanos, el Pueblo Mapuche, el niño que trabaja en una mina o la propia naturaleza sí que están vivos y sus sufrimientos son muy reales.
Lloráis y os indignáis cuando vibran los cristales de un banco, pero no decís nada cuando ese banco destroza la vida de familias enteras.
De todos modos habría que diferenciar dos tipos de violencia: la violencia autoritaria que nace de una autoridad con el fin de someter a un individuo o colectivo y la violencia revolucionaria o liberadora. Pero este tema en concreto lo trataré en el siguiente artículo.


"La anarquía es la máxima expresión del orden, sin coacciones ni violencias". Elisée Reclus.