sábado, 15 de marzo de 2014

El dilema del prisionero y la clase trabajadora

Es evidente y palpable que, racionalmente, el beneficio tanto en términos de libertad, democracia como de bienestar que obtendría la clase trabajadora en socialismo sería alto. Puesto que la economía estaría al servicio de ésta, gestionada por ésta y su vida no dependería de la solvencia del empresario o de la voluntad del mismo. Así como también -el socialismo- supondría la abolición de la contradicción capital-trabajo, esto es, la abolición del hecho de que si el empresario quiere ganar más, el trabajador tendrá que ganar menos, y viceversa (aunque siempre se cumpla el primer caso, dada la naturaleza expansiva de la propiedad privada y por ende la necesidad de que la riqueza se concentre en el empresario).

Llegados a esta conclusión, ¿por qué la clase trabajadora no ha efectuado aún su emancipación? Dicho dilema lleva a pensar que ésta no es consciente, racionalmente, de qué le beneficia. Siendo que un grueso de la clase obrera no tenga en mente su emancipación. Lo que provoca, inevitablemente, otro dilema: ¿cómo es posible que en el paraíso racional que es el capitalismo, donde se llama a usar la racionalidad constantemente, a buscar el beneficio, la clase trabajadora renuncie al suyo en pos de la cooperación con la clase dominante? La respuesta es la aplicación de clase del dilema del prisionero extraído de la teoría de juegos de Nash. Dicho dilema original trata de que dos personas podrían no cooperar incluso si en ello va el interés de ambas. Y esto se produce por una falta de comunicación entre las dos partes, puesto que al no haber diálogo entre las dos personas, éstas dos creen que la traición es inminente y entonces optan por ella. Lo que individualmente les perjudica.

Explicado esto, pues, la aplicación de clase del dilema del prisionero significa que, dada la naturaleza racional -que es emancipadora- de la clase trabajadora, y la no-cooperación que implica ésta, se ha de provocar que dicha clase crea que no-cooperar significará no obtener beneficio. Por lo que su decisión racional, entonces, sería cooperar.

Como conclusión final, para conseguir esto, tal y como describió Foucault y Gramsci, se necesitan los medios coercitivos del Estado, y la superestructura de la que éste dispone. Es decir, usar todos los medios socializadores que posee un Estado. La familia, los medios de comunicación, la educación, el trabajo, y un largo etcétera. Así como ejemplo de esto, no está de más recordar el nacimiento de los Estados-nación. Aquellos Estados en los que sólo tenían opción a voto los más ricos y que, ante la presión proletaria para conseguir el sufragio universal masculino, se vieron obligados a permitirlo y a poner en marcha un proceso de nacionalización de la ciudadanía. Es decir, de inculcarles una identidad nacional para que la clase trabajadora cooperase con la clase rica dominante.

Identidades nacionales o simplemente la criminalización o difamación directa contra el socialismo pueden conseguir que la clase trabajadora, irracionalmente, se destruya a sí misma.

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar los graves males del capitalismo: el establecimiento de una economía socialista.
Albert Einstein (14 Marzo 1879 - 18 Abril 1955).

1 comentario:

  1. Venga, que hay que leer, afortunadamente; y sino *no* lo recomendaría. Saludo

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