Nos han acostumbrado a pensar que la única manera de
combatir la delincuencia y la criminalidad es castigando a los que infringen la
ley mediante penas de cárcel o multas. Parece que la mayoría de personas de
nuestra sociedad, sin cuestionar el sistema penitenciario ni las condiciones
socio-económicas de las distintas capas de la sociedad, piensa que lo más
efectivo contra la delincuencia es meter al maleante en una celda hasta que
redima sus pecados e incluso pensarán, muchos y muchas, que a la prisión solo
van los malos, sin distinción de clase o raza.
Originariamente la cárcel surgió como método de custodia del
detenido hasta que llegara el día del juicio, no es hasta el siglo XVI cuando
la prisión aparece como forma de pena y de castigo y se afianza la idea de
re-inserción o re-educación social del detenido. Hoy en el Estado Español seis de
cada diez presos son inmigrantes y gran parte de los reclusos cumplen condena
por delitos relacionados con la droga, es decir, gente que viene de estratos
marginales de la sociedad. Sin embargo, un tercio de la población reclusa
vuelve a reincidir una vez han sido puestos en libertad, lo cual deja muy en
entredicho la eficacia de la “re-inserción social” y del propio sistema
penitenciario. Entonces alguien se puede
preguntar: ¿Y para qué sirven las cárceles? Bien, pensamos que las cárceles tan
solo sirven para poco más que destruir –y deshumanizar- a las personas que
entran en ella y no para el objetivo que le marca la propia Constitución
Española que es el de la re-inserción social del preso o presa.
Tanto la delincuencia como la gente que acaba entrando en la
cárcel tiene una base económica concreta, es decir, que es un engaño aquello de
“a la cárcel van los malos” ya que no se cumple siempre. A lo que nos referimos
es que las cárceles son grandes basureros donde se mete, mayormente, a gente
proveniente de las clases sociales más bajas y humildes y encerrando a esta
gente se consigue, entre otras cosas, el mantenimiento del bienestar de las
clases privilegiadas. Es como si no se castigara al que roba, sino que solo se
castiga al que roba mal, mientras que el que roba “bien”, en grandes cantidades
y con ayuda de los poderosos, además de no entrar en prisión, gozará incluso de
ciertos honores y reconocimiento social. Hemos dicho que la mayoría de
población reclusa proviene de las clases más humildes y populares de nuestra
sociedad, ¿por qué? Si reflexionamos podemos llegar a la conclusión de que
aquellos sectores de la sociedad que han padecido –y padecen- los estragos de
la desigualdad económica, desigualdad educativa y marginación social acabarán
delinquiendo, no por vicio o placer como pueden creer “los de arriba” sino como
una mera forma de sobrevivir. Entonces, a propósito del perfil social
mayoritario que accede en las prisiones, ¿Quién va a la cárcel? Consideramos
que a la cárcel siguen yendo los mismos de siempre, es decir, los pobres. Había
una frase pintada en la pared de una cárcel de Madrid del siglo XIX que decía:
“Este sitio donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la
pobreza”. Es más fácil que vaya a la cárcel el “camello” del barrio que el gran
narcotraficante, es más fácil que vaya a la cárcel el ladrón que roba comida en
un supermercado para poder comer que el político o gran empresario que roba al
pueblo. Si nos atenemos a las estadísticas, podremos ver que la mayoría de
delitos son contra el patrimonio y la propiedad, por tanto si viviéramos en una
sociedad donde la desigualdad social y económica no existiese o se viera
reducida a máximos históricos podríamos contemplar como todos esos delitos se
verían reducidos a cero. ¿Qué podemos hacer para paliar y reducir el delito?
Por mucho que el Estado quiera combatir la criminalidad mediante la fuerza, la
policía y las cárceles, sino se acaba con las condiciones económicas y sociales
que provocan la delincuencia, todo intento será en vano. En cambio si el Estado
utiliza más su mano izquierda invirtiendo más en sanidad, educación pública
para todos y todas, invirtiendo en protección social, porque sabemos que la
exclusión social y el delito son dos conceptos que van de la mano siempre. Y la
prueba está en que todos aquellos Estados que utilizan más su mano izquierda
(servicios sociales, educación para todos y todas etc.) resultan tener menos
delincuencia y menos presos, mientras que países como el Estado Español, siguen
respondiendo con su mano derecha (más policía, más cámaras, más cárceles) y su resultado no es para nada menos
delincuencia ni menos presos sino todo lo contrario.
¿Cómo actúa el Estado español? Gastando más dinero público
en incrementar el número de policías y de cámaras de “seguridad”. Argumentan
que lo hacen por nuestro bien y para combatir los altos índices de
criminalidad, pero ellos saben realmente que no es así, saben que con puño de
hierro se puede acabar con las personas que provocan delitos, pero no podrán
acabar con las desigualdades que provocan esos delitos. El Gobierno español ha
considerado primordial para el “bienestar” de su población aumentar la
vídeo-vigilancia y la creación de campañas de concienciación y control
policial.
A modo de conclusión tan solo nos resta decir si queremos
acabar con los altos índices de delincuencia y criminalidad deberemos atacar de
raíz las condiciones que provocan el delito, es decir, acabar con la
desigualdad económica y educativa que sufren los sectores más humildes de
nuestra sociedad. Y que mientras desde el Gobierno se siga actuando con mano
derecha no se solucionará nada, sino que la delincuencia y la criminalidad se
verán mantenida en su mismo nivel e incluso aumentará.
“Las cárceles no son más que el basurero de un proyecto
socio-económico determinado al cual
arrojan a todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad. Por eso
las cárceles están llenas de pobres”.
Xosé Tarrio Gonzalez (preso anarquista muerto en prisión el año 2005).
• En las cárceles se da la figura de delito penal consistente en la *manipulación documental sistemática* por los mal llamados "equipos de tratamiento" bajo control de la dirección, que los jueces de vigilancia penitenciaria atienden por mucho que se les documente lo contrario por los internos afectados.
ResponderEliminar• En estos procedimientos se basan para justificar la retención de la pobre gente. Cuando, por contraposición, a los que se lo pueden pagar o que gozan de "buenas relaciones", a través de mecanismos como por ejemplo los llamados "buenos abogados", son pintados estos *incluso reiteradamente* como de angelitos, a efectos de hacerlos progresar rápidamente hacia la libertad, después de haber disfrutado en prisión de tratos de favor que solo se justifican en base a su riqueza o relaciones de poder.
• En las cárceles de esta mal llamada sociedad de derechos (en la que dichos "equipos de tratamiento" bajo control de la dirección realizan el trabajo sucio), no se da para nada la reeducación en pro de la reinserción social, ni se respetó ni respeta el derecho de los internos al trabajo. Pero sí se aprovechan ciertas plazas para mantener en régimen de privilegio a los destinados a tratos de favor, a quienes no demoran en pintar de angelitos a los efectos reseñados. Cosa que la mayor parte de los jueces de vigilancia penitenciaria atienden, asimismo sistemática e impunemente, dado que es inútil documentarles sobre el hecho, a ellos y/o cualquier otra instancia, para la mayoría de los casos en que se "eleven" a su consideración los más diversos recursos.
• Y esto es cosa que se podría probar fácilmente con solo instituir ese Observatorio Nacional de Prisiones que preconizo en mi bog, a efectos de acabar con la opacidad de cara al resto social de lo que realmente sucede en esa también corrupta institución, porque no se puede esperar otra cosa de la zorra al cuidado de las gallinas (del mundo católico filo-sionista genocida que nos mantiene esclavos al modo sacerdotal judío ya por dos milenios, desde que quemaron "herejes", pasando por la inquisición y su continuación por el franquismo y herederos hasta la actualidad). Cordial SALUDO