Ante la escalada de manifestaciones, protestas y movimientos
sociales me surge una cuestión de vital importancia: ¿Es legítimo desobedecer?,
¿En un sistema, teóricamente,
democrático es legítimo que el pueblo, o parte de él, “tome” la calle
para intentar cambiar unas políticas determinadas? Desde aquí consideramos que
es totalmente legítimo protestar y desobedecer a la autoridad cuando vivimos
bajo un sistema que mantiene a seis millones de parados, cuando hay cien
desahucios diarios, cuando hay más de tres millones de personas en todo el
Estado español que viven en la indigencia, es en ese preciso momento cuando más
legitimo –y necesario- es protestar y “tomar” la calle.

Si partimos de la base de que realmente no vivimos en un
sistema político democrático puesto que no existe una soberanía popular real,
desobedecer y protestar se convierte en un legítimo e incluso en un deber de
dignidad del pueblo trabajador de todos los rincones del Estado español. En el
momento que un Estado vulnera sistemáticamente los Derechos Humanos, o un
Gobierno determinado no cumple sus promesas electorales ya vemos como hay
suficiente motivo e impulso para que el pueblo, o parte de él, salga a
manifestarse a la calle demandando las mejoras que considere oportunas.
Llegados a este punto nos puede venir a la cabeza una reflexión interesante:
¿Si hay unas leyes votadas democráticamente por los “representantes” del pueblo,
no sería injusto desobedecer a esa legalidad? Ante esa reflexión solo podemos
responder diciendo que la democracia sin pan, techo y trabajo es una farsa, una
mentira, un teatro y un fraude que no es democracia ni es nada. Es en este
punto cuando afirmamos que cuando la ley es injusta, el pueblo está legitimado
para tomar la calle una y mil veces.
Otras reflexiones que surgen de los detractores de la
desobediencia, es decir, a los manifestantes que tienen todo el derecho a
manifestarse y protestar, pero siempre bajo los mecanismos legales y
“democráticos”, esto es, siempre bajo la supervisión y vigilancia del Estado y
las autoridades. Dicha reflexión es una falacia que lo único que intenta es
llevar por unos cauces inútiles para el cambio a las distintas protestas y
manifestaciones. Decimos que es una falacia dicha reflexión puesto que si
miramos la historia de la humanidad veremos que toda sociedad ha progresado en
materia social gracias a la protesta y la agitación popular, y no solo eso,
también se ha hecho siempre sin pedir permiso a los “señoritos”. Nunca se ha
pedido permiso para cambiar la historia, ¿O acaso pidieron permiso los esclavos
de la Antigua Roma para acabar con su esclavitud?, ¿Pidió permiso la naciente
burguesía del siglo XVIII para derrumbar el Antiguo Régimen feudal?, ¿Pidieron
permiso al Zar Nicolás II el pueblo ruso para cambiar su sociedad e implantar
el socialismo?, ¿O quizá pidió permiso la comunidad negra de Estados Unidos
para conseguir sus derechos en los años ’60? No, nunca se han conseguido
derechos y libertades públicas pidiendo permisos a los amos, señores o Estados
que oprimen a la población o a parte de ella.
Ante el momento crítico de
crisis económica e institucional, es hora de que el pueblo trabajador tome
conciencia de su situación, vea que los que roban de verdad son esos bancos que
estafan con las preferentes, y no esos compañeros del SAT (Sindicato Andaluz de
los Trabajadores) que expropian en un Mercadona productos básicos de
alimentación. Hay que reflexionar ante la creciente criminalización de la
protesta y de los movimientos sociales, y desligarse de la manipulación
mediática para conseguir la unidad de las clases populares y trabajadoras y de
esta manera acabar con la violencia, robo y expolio del pueblo por parte de las
elites políticas y economicas.
“La desobediencia, a los ojos
de cualquiera que haya leído la historia, es la virtud original del hombre. El
progreso ha llegado por la desobediencia, por la desobediencia y la rebelión”.
Oscar Wilde.