Para entender la cosmovisión bakunista, y más
aún su ‘biblia’ anarquista
(Consideraciones filosóficas sobre el
fantasma divino, sobre el mundo real y sobre el hombre), es necesario entender
previamente su relación política y personal con otro hombre, Karl Marx.
La primera vez que Mijaíl Bakunin y Karl Marx
se encontraron fue en el París de 1844, junto con otros refugiados políticos de
diversas partes de la Europa decimonónica. Bakunin se hospedó primeramente en
el local donde se editaba el diario político ‘Vorwärts’, en el cual escribían Marx, Engels, Ruge, Bernstein,
Herwegh, entre otros. Al principio, Bakunin fue un huésped poco molesto, pues
aun no estaba interesado en aquello que se debatía en el Comité de Redacción de
aquel diario. Así pues, Bakunin se comenzó a caracterizar por estar poco por
casa. “¿Por qué no escribe nada Bakunin?” le preguntaba Engels a Marx en una
carta de enero de 1845. Bakunin, también prematuramente comenzó a tener un gran
respeto y admiración –y así fue hasta su muerte- por Karl Marx, como el propio
ruso escribiría en 1844: “Marx está mucho más avanzado que nosotros”. Pero esta
admiración no debía confundirse con lo que solemos llamar amistad, como algunos
pretenden o han pretendido hacer ver. La relación entre Marx y Bakunin siempre
fue una relación de amor-odio, llena de altibajos, pero nunca hubo una amistad
sincera, pues sus enfrentamientos políticos se entrelazaban con lo personal,
con lo que nunca se sabía si era lo personal o lo político lo que precedía a
sus enfrentamientos. Decía Bakunin: “Nos veíamos con frecuencia, pues yo le respetaba
mucho por su ciencia y por su dedicación apasionante y seria, aunque siempre
mezclada con vanidad personal, a la causa del proletariado… Sin embargo, entre
nosotros nunca hubo amistad franca. Nuestros temperamentos no lo permitían. Él
me trataba de idealista sentimental, y tenía razón; yo le llamaba vanidoso
pérfido, y también tenía razón.”
Pero pronto empezaron los problemas de Bakunin
para con “los alemanes”. En una carta del ruso a Herwegh en 1847 le dice que
“los alemanes –Marx sobre todo- dan curso a su malignidad habitual”. ¿A qué
malignidad se refería Mijaíl Bakunin? Se refería, pues, a las infames
acusaciones que comenzaron a verterse sobre su persona por parte de los
alemanes ya que, no siendo aún anarquista colectivista, comenzó a frecuentar a
todas horas las organizaciones obreras. Bakunin no escribía, pero actuaba, y
mucho. Una prueba de esa “malignidad” alemana la encontramos en la Neue
Rheinische Zeitung, en su número del 6 de julio de 1848 –dirigido por Marx- en
la que se asegura que Bakunin es un espía del Zar y que se tenía “pruebas
fehacientes de ello”.
Durante ese mismo año, en Berlín, Mijaíl se
vuelve a encontrar con Karl Marx y el primero cuenta lo siguiente: “Amigos
comunes nos forzaron a abrazarnos. Entonces en una conversación medio en broma
medio en serio, Marx me dijo: ‘¿Sabes que ahora estoy a la cabeza de una
sociedad comunista secreta tan bien disciplinada que si yo dijese a uno de sus
miembros ¡Mata a Bakunin!, él te habría matado?’ Yo le respondí que si su
sociedad secreta no tenía otra cosa que hacer más que matar a las gentes que no
les gustaban, no podría ser más que una sociedad de criados o de fanfarrones
ridículos.”
De 1848 hasta 1861 Mijaíl Bakunin pasaría doce
años en prisión, e incluso durante este periodo de tiempo, las calumnias
procedentes desde los círculos de Marx no cesaron. Incluso se llegó a decir que
su salida de prisión tras doce años de cautiverio fue obra del gobierno del
Zar.
Tras salir de prisión, Bakunin llega a Londres
en 1863 y retoma la traducción del Manifiesto Comunista al ruso. Y Marx, de
forma muy sincera dice del ruso: “Es, en resumen, uno de los raros hombres de
quien, después de dieciséis años, constato progreso y no retroceso.” (Carta a
Engels el 4 de noviembre de 1863)
En esta época, Mijaíl Bakunin comenzó abandonar
su nacionalismo paneslavista para recabar en el anarquismo, cosa que hizo que
Marx lo viera como mejores ojos, y es cuando le invita formalmente a que se
sume a la Primera Internacional. Es menester señalar que durante ese momento
Bakunin lideraba la “Liga de la Paz y la Libertad” y que pretendía entrar en la
Primera Internacional junto con su organización. De forma paralela a esto,
Bakunin le dice a Marx mediante una carta, para dar su confirmación de entrada
en la Primera Internacional, lo siguiente: “[…] Tú te preguntas si yo sigo
siendo amigo tuyo. Sí, más que nunca, querido Marx, porque más que nunca he
llegado a comprender cuánta razón llevabas al seguir, y al invitarnos a seguir,
la gran ruta de la revolución económica y al denigrar a los que de entre
nosotros podían perderse en empresas ya nacionalistas, ya exclusivamente
políticas. Yo hago ahora lo que tú has comenzado has comenzado a hacer hace más
de veinte años. Después de los adioses solemnes y públicos que he dirigido a
los burgueses del Congreso de Berna, no conozco ya ninguna otra sociedad,
ningún otro mundo que el de los trabajadores. Mi patria ahora es la
Internacional, de la que tú eres uno de los principales fundadores. Ya ves,
querido amigo, que soy tu discípulo y que nunca he dejado de serlo. He aquí
todo lo que era necesario para explicarte mis relaciones y mis sentimientos
personales.”
Al leer estas palabras de Bakunin hacia Marx,
uno no puede sentirse sino perplejo. Bakunin, aunque no en materia política, comienza
a aceptar y suscribir la economía política de Marx. Y es por ello que, aunque
unidos por la visión económica, sus visiones contrapuestas en lo ideológico se harán
patente en los primeros meses de la Primera Internacional. Pero Marx no se fió de
esas aduladoras palabras de Bakunin,y fue tajante al negarle la entrada con su
organización. Bakunin, pues, tuvo que disolver su Liga y entrar todos como
militantes rasos, aunque al poco tiempo Bakunin ya sería un líder indiscutible
de la Primera Internacional. A partir de aquí, el espectáculo dado por Marx y
Bakunin en cada intervención en la Primera Internacional será mayor que el
anterior. Por ejemplo, Bakunin escribe el 28 de octubre de 1869: “Podría
llegar, en breve, el momento en que yo entablase una lucha contra él [Marx], no por motivos personales, sino
por una cuestión de principios, a propósito del comunismo de Estado, de lo que
él mismo y los partidarios ingleses y alemanes que él dirige son los más
calurosos partidarios. Entonces será una lucha a muerte. Pero hay tiempo para
todo, y la hora no ha llegado aún para tal lucha.”
Aun así, Mijaíl Bakunin siempre fue más
directo y honesto que Karl Marx, pues de su adversario alemán siempre recordaba
–y lo ponía siempre por delante- los aspectos positivos a tener en cuenta. Esto
queda patente, en la misma carta anterior, en la que le dice a Herzen: “[…] Sé
tan bien como tú que Marx no es menos culpable que los demás de la campaña de
calumnias vertida contra nosotros; no ignoro siquiera que ha sido el instigador
y el hacedor de tan calumniosa e infamante polémica desencadenada contra
nosotros. ¿Por qué entonces le he ensalzado? Le he ensalzado, e incluso he
hecho más que esto: le he conferido el título de excelso. Por dos razones, mi
querido Herzen. La primera es la justicia. Dejando de lado todas sus villanías que
ha vomitado contra nosotros, nosotros no podíamos desconocer, al menos yo, los
grandes servicios que ha rendido a la causa socialista desde hace más de
veinticinco años, en los que nos ha sobrepasado a todos. Es también uno de los
primeros organizadores, si no el incitador, de la Sociedad Internacional. Desde
mi punto de vista, ello es un mérito enorme que siempre le reconoceré,
cualquiera que sea su actitud hacia nosotros. La segunda razón es la política,
una táctica que creo que es justa. Yo sé que a tus ojos soy un mediocre
político. No creas que mis palabras son producto del amor propio si digo que te
equivocas mucho. Pues tú me juzgas por mis actos en la sociedad civilizada, en
el mundo burgués en que, en efecto, yo actúo sin preocuparme de la táctica y
sin la menor reserva… Pero Marx es indudablemente un hombre muy útil en la
Sociedad Internacional. Hasta el presente, su partido ejerce una influencia
sabia y presente, el más fuerte apoyo del socialismo, el más firme sostén
contra las ideas y tendencias burguesas. Y yo no me perdonaría nunca si
debilitase o atenuase su bienhechora influencia por el simple fin de vengarme
de él.”
Y así podemos dar por terminada la explicación
sobre la azarosa relación entre Karl Marx y Mijaíl Bakunin, que seguiría dando
estos altibajos hasta la muerte de ambos y que tendría su momento culminante
cuando en 1870 se escribe la obra CONSIDERACIONES FILOSÓFICAS.
Por ejemplo, en ese mismo año, Bakunin
escribe: “Marx ha rendido grandes servicios al socialismo. Pero es preciso
decir al mismo tiempo que es un ser con el que no se puede convivir en modo
alguno, un carácter detestable, vanidoso, irascible, celoso, susceptible,
disimulado, pérfido y capaz de grandes villanías y, desde luego, intrigante al
máximo, como los son todos los judíos”.
Y así llegaría el surgimiento de la Comuna de
París, hito histórico donde los postulados de Bakunin y Marx se aproximarían
más.
La obra ‘Consideraciones
filosóficas’, la “biblia invertida” del bakuninismo, es prueba fehaciente
de la relación competitiva entre Bakunin y el alemán. Los ataques al
centralismo doctrinario (dogmatismo) de “los alemanes” o la “escuela judía”, es
decir, de Marx, será algo muy recurrente. Pero por el contrario se respetan –y
hasta veneran- las tesis de Marx en la cuestión económica.