En la historia de la humanidad, a excepción de algunos paréntesis
de emancipación popular, el autoritarismo impuesto desde las instituciones
políticas –desde los antiguos imperios hasta las democracias liberales de hoy,
pasando por monarquías absolutas- el régimen de propiedad privada de los medios
de producción y la sociedad heteropatriarcal, sufrida concretamente por el género
femenino y las personas homosexuales, han
sido los grandes bozales de los pueblos, a través de esas instituciones
políticas que nos gobiernan desde hace siglos, y que aun con un largo historial
de modificaciones y transformaciones de índole superficial han mantenido como
lote indispensable para las clases desposeídas y los colectivos oprimidos, la
sumisión, la servidumbre, el hambre y la miseria.
El sindicato es –y debe
ser- el centro por excelencia que, por su constitución, da respuesta a las
aspiraciones que impulsan al proletariado. ¿Qué es, entonces, un sindicato? El
sindicato debe ser la asociación de la clase trabajadora unida por un lazo corporativo,
esto es, por la consecución de unos mismos fines en tanto que se pertenece a un
mismo grupo social, en este caso, la clase trabajadora. Según las condiciones,
esta agrupación sindical puede manifestarse para con un solo oficio, o para
englobar a diversos oficios resultantes del surgimiento y crecimiento de las
urbes. Sea cual sea la forma de manifestarse, sus esfuerzos deben ir ligados a
concurrir hacia la misma obra común: la emancipación del pueblo.
La principal tarea y fin perseguido por el sindicato debe
ser la lucha constante contra la explotación, forzar – a través de las medidas y vías que impongan las circunstancias- a respetar las mejoras conseguidas
frenando toda tentativa de regresión. Luego, otra de las tareas del
sindicalismo revolucionario es la de atenuar la explotación a través de la consecución
de reformas parciales, como podrían ser la reducción de horas semanales,
aumento salarial, mejoras de higiene y equipamiento en la zona de trabajo, etc.
Estas primeras tareas coinciden, también, con las tareas clásicas del
sindicalismo revolucionario, pero no por ello podemos olvidar las necesidades
que hoy surgen, sobre todo con los colectivos oprimidos, hasta hoy
invisibilizados, pero que cada vez más empiezan a pedir su espació legitimo en
la tarea revolucionaria. Es por ello que hay que añadir a los primeros
objetivos del sindicato la creación de sus respectivas secciones feministas,
tranfeministas, antirracistas y demás secciones que se ocupen primordialmente
de combatir cualquier actitud opresiva y/o discriminatoria para con los
diversos colectivos oprimidos ya sea por parte de la patronal como de la propia
clase trabajadora.
El sindicato también ayuda a preparar la coordinación de las
relaciones de solidaridad, no solo entre el cuerpo trabajador, sino también
entre las distintas ramas del propio sindicato y entre otros sindicatos
distintos, allanando así, cada vez más, el campo para la expropiación
capitalista, la cual constituye la única base que posibilita como punto de
partida para la transformación integral de la sociedad.
Solo tras la legítima destrucción de la vieja sociedad, y la construcción de la nueva, podrá ser aniquilada, de forma paulatina, toda posibilidad de parasitismo y discriminación de o hacia ciertos colectivos que a día de hoy siguen siendo invisibilizados y/o oprimidos. Es pues que, gracias al sindicato, la cuestión social se presenta de forma nítida y clara, mostrando claramente la demarcación entre clases desposeídas y amos, explotadores. Porque así es la historia de la humanidad: por un lado, los pueblos, los robados; por otra parte, la clase explotadora, los ladrones.
Solo tras la legítima destrucción de la vieja sociedad, y la construcción de la nueva, podrá ser aniquilada, de forma paulatina, toda posibilidad de parasitismo y discriminación de o hacia ciertos colectivos que a día de hoy siguen siendo invisibilizados y/o oprimidos. Es pues que, gracias al sindicato, la cuestión social se presenta de forma nítida y clara, mostrando claramente la demarcación entre clases desposeídas y amos, explotadores. Porque así es la historia de la humanidad: por un lado, los pueblos, los robados; por otra parte, la clase explotadora, los ladrones.
Constitución del
sindicato
Como en todo colectivo o agrupación, sea el tipo que sea, es
importante la cotización regular de sus adherentes, pero no es sino la parte
más pequeña de lo que un sindicato revolucionario está obligado a hacer. Debe,
por supuesto, que su función primordial no es su crecimiento monetario sino la
multiplicación y elevación de la conciencia de clase y la conciencia
revolucionaria, aportando cuatro elementos básicos:
-La percepción de cada individuo como perteneciente a las clases
dominadas.
- Percepción de que el régimen capitalista son el enemigo permanente de
las clases trabajadoras.
-“La totalidad de clase”, es decir, ver como las interrelación entre las
dos anteriores son la causa de la situación de las clases dominadas.
-Concepción alternativa de sociedad. Objetivo final (sociedad comunista)
como meta a llegar a través de la lucha contra el oponente.
Pero después de que el sindicato revolucionario sea capaz de
conseguir hacer interiorizar estos cuatro elementos en el seno del cuerpo
trabajador debe añadir tres más, que no son más que prolongaciones necesarias
de estas cuatro anteriores.
-Percibir el orden social, político y económico actual como un orden
injusto.
-Reconocer la posibilidad de un cambio de sistema.
-Percepción de que esta reorganización social solo puede hacerse a través
de la acción revolucionaria de las clases desposeías y colectivos oprimidos.
El y la trabajadora constituye la célula primordial del
sindicato. En los partidos reformistas y capitalistas, con su modo de ensalzar
el sufragio universal como único modo de incidencia del militante, se reproduce
una disminución permanente de de la personalidad humana, es decir, la
transformación del militante en simple ‘ganado’ que no puede incidir de forma
decisiva en los procedimientos de su colectivo, en este caso, de su partido. En
el sindicato revolucionario esto no puede ni debe ocurrir, pues el individuo se
encuentra con sus camaradas en igualdad de condiciones a la hora de incidir en
el sindicato, pues no hay superiores ni “representantes” que antepongan sus
pretensiones a las de la base, y sin la existencia de consejos o departamentos
que actúen o hablen por alguien.
El sindicato, escuela
de acción
El sindicato revolucionario debe caracterizarse por ser una
escuela de acción y voluntad. El sindicato no puede convertirse en ese tipo de
sindicatos, que ‘gracias’ a CC.OO y U.G.T tenemos en mente, que son
dominguillos de la patronal y del gobierno, que aprovechan para ‘trincar’ si
tienen la oportunidad. No, estamos hablando de un sindicato como herramienta
indispensable de las clases oprimidas para hacer la revolución. El sindicato no
puede a aspirar a ser un saco de militantes que hacen una asamblea semanal o
mensual, que pagan sus respectivas cuotas y se van para casa. No, el sindicato
debe alentar constantemente a la movilización, a la acción directa, a la propaganda,
en una palabra, al movimiento por y para la revolución social. Otra tarea
importante del sindicato es anteponerse como antítesis de la caridad y de todas
esas instituciones que se hacen valer de ella, ya sean religiosas, estatales o
privadas. Los colectivos caritativos no son más que simples calmantes que no
pueden bajo ningún concepto significar un remedio real para la miseria, la
desigualdad y la explotación. Es por ello que el sindicalismo revolucionario
debe llevar por bandera la solidaridad, y no el asistencialismo o la caridad.
Tras haber afirmado que “la emancipación de los trabajadores
será obra de los trabajadores mismos” el sindicato debe también esparcir la
idea general de que el sometimiento económico de los y las trabajadoras ante la
clase empresarial es la causa primera de su sumisión política y moral.
La obra
emancipatoria, hoy como ayer
La tarea revolucionaria del sindicato debe tener un doble
objeto: Por una parte debe perseguir la mejora de las condiciones presentes de
las clases trabajadoras. Pero sin dejarse obsesionar por estas obras
transitorias y parciales, el sindicato revolucionario debe preocuparse por
hacer posible la lucha por la emancipación integral de los y las oprimidas de
forma integral, a través de la expropiación capitalista y la destrucción del
Estado. Así pues, frente a la patronal, frente a la clase empresarial, debe
erigirse el sindicato revolucionario como forma de defensa de la integridad de
las clases oprimidas para pasar de conformarse con las migajas de los privilegios
a la consecución de la emancipación total. El sindicato, a sabiendas de que el
Estado es el gendarme del capital, tanto nacional como internacional, debe
desconfiar constantemente de él y desconfiar de todo “regalo” o “facilidad” que
ponga el Estado al sindicato revolucionario. Esto puede provocar confusiones
respecto a la hora de aceptar concesiones parciales para las clases
trabajadoras. Nada más lejos de la realidad, el sindicato revolucionario y sus
militantes no deben sentir repugnancia hacia la conquista de mejor
fragmentarias, pues cualquier trabajador o trabajadora prefiere vivir con mil
euros al mes que con ochocientos. Solamente que se desea que esas conquistas
parciales sean reales. Por ello, en vez de esperar esas mejoras por parte de la
‘bondad’ gubernamental y patronal, se deben arranar desde la calle, desde la
ardua lucha social, a través de la acción directa.
Pero sin duda alguna, y como hemos descrito más arriba con
otras palabras, el sindicato revolucionario y sus militantes no deben perder el
horizonte en el cual está la mejora más deseada y condición necesaria para la
emancipación integral de las clases desposeídas: terminar con las injusticias y
desigualdades desde la raíz, esto es, acabar con el capitalismo y el Estado que
lo sustenta.
Sindicalismo
revolucionario como elaboración del porvenir
Para terminar, recordar que además de la obra de defensa
cotidiana, los y las sindicalistas tienen la indispensable tarea de preparar la
nueva sociedad que está por venir.
Las clases y colectivos hoy oprimidos, mañana serán la
célula principal del nuevo orden. Sería imposible concebir una transformación
social real sobre otras bases. Será una revolución social y no una revolución
política, la que pretendemos hacer.
Esa es una de las tareas por hacer,que el sindicato cree conciencia revolucionaria. Y que eso es algo realizable nos lo dice la historia. No por que un colectivo se llame "sindicato" le hace imposible crear conciencia en sí.
ResponderEliminarPerdone mi error. Cuando hacía referencia a la conciencia revolucionaria, hacía referencia a la conciencia para sí. El sindicalismo no puede crear conciencia revolucionaria porque el enfrentamiento directo contra el capital, en una dinámica ''clase vs clase'' no escapa del marco burgués de la lucha tradeunionista, por lo que la conciencia que nace en el obrero es una conciencia económica, de interés de clase, de que tiene unos intereses determinados que debe defender, pero en ningún momento esa lucha económica directa ofrece al obrero la información sobre el papel histórico que su clase realiza en la historia, porque entonces estaríamos dando por hecho que el proletariado, de forma determinista, obtiene el conocimiento de forma reminiscente, y no a través de un factor externo que introduce el conocimiento en él.
EliminarLa historia en ningún momento nos dice que el sindicato cree conciencia revolucionaria. Lo que nos dice es que históricamente era una herramienta eficaz contra el capital porque el proletariado aún era una clase en formación que necesitaba de una acumulación de fuerzas y organización lo más cuantitativa posible para ejercer la lucha de clases de forma directa contra una burguesía aún en ascenso pero cada vez más conservadora (porque ostentaba cada vez de mayor poder). Una vez que esta situación se estabilizó, el sindicato dejó de convertirse en una herramienta eficaz para la lucha para convertirse en un obstáculo para el proletariado, porque le impedía superar una nueva situación que hasta ese momento no se había dado y que por él mismo no podía solucionar.
Esto es básicamente la explicación de por qué el sindicato, en la época del imperialismo, dejó de ser una herramienta necesaria para convertirse en un instrumento reaccionario, por suponer un obstáculo para la creación de un nuevo movimiento revolucionario.