“La
Mano Negra” fue una supuesta organización de ideología anarquista que asolaba
la Andalucía de finales del siglo XIX mediante el crimen y el asesinato de
propietarios agrícolas. A día de hoy no se tiene menor duda de que esta
organización no existió como tal y que se trató de un burdo montaje del
Gobierno del presidente José Posada Herrera y que se utilizó como
pretexto para justificar la represión del movimiento obrero y del naciente
asociacionismo obrero en la España del siglo XIX.
Los
orígenes de la que, probablemente, sea la mayor conspiración gubernamental de
nuestra historia, se sitúan entre el noviembre y el diciembre de 1882. Desde
principios de ese año la tensión social había aumentado. Se
sucedían las concentraciones en los ayuntamientos de diversos municipios y
comenzaban a surgir los primeros disturbios en las calles entre Guardia Civil y
jornaleros. En un primer momento, el gobierno de España intentó paliar la
miseria de la clase trabajadora de entonces repartiendo cestas de pan e
intensificando las obras públicas (construcción de carreteras, obras
ferroviarias, etc.). No obstante, estas medidas ni paliaron la miseria del
pueblo ni pararon las protestas jornaleras. A todo esto, se les añadió una
temporada de mala cosecha, la cual provocó un incremento de los robos a los
vendedores de pan y asaltos a cortijos en busca de ganado y alimentos varios.
A
partir de este momento se incrementaron las detenciones de jornaleros y las
patrullas del Ejército que recorrían los campos aumentaron. Además, la prensa
empezó a jugar su papel. Sus páginas se abarrotaron de incendiarios artículos
reclamando “mano dura” contra la desestabilización de la “paz social”. Ya
se daban los primeros pasos para la aparición ‘estelar’ de una banda de asesinos
llamada “La Mano Negra”.
Los
primeros crímenes
En
diciembre de 1882 las detenciones de jornaleros ya se contaban por centenares.
Entonces, sucedió el asesinato de los venteros Núñez. Al día siguiente del
crimen fue detenido Juan Galán Rodríguez, al que se le acusó del asesinato por
habérsele ordenado una “asociación secreta”. A finales de ese mismo año, la
Guardia Civil encontró en medio del campo, debajo de una piedra, el supuesto
reglamento de “La Mano Negra”. Hoy está suficientemente demostrado que ese
supuesto reglamento no fue más que una burda falsificación creada a partir de
un documento incautado a un militante obrero detenido en 1878. Desde entonces
circularon varias copias. Todas ellas realizadas por la Guardia Civil a partir
de supuestos “originales” nunca vistos.
Durante
el primer mes de 1883 se fueron sucediendo las detenciones diarias de
jornaleros y obreros en la zona de Jerez. La serranía gaditana fue una de las
zonas más castigadas por la represión, hasta tal punto que se hizo popular una
copla que decía:
Camino
de Grazalema
tan escondío y
tan triste,
que ni
san Migué lo pasa
sin que
un guarida lo registre.
En la
localidad de Setenil fueron detenidos la mayoría de militantes del
FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española). Quienes se acercaban a
la cárcel a dar ayuda a los presos también era detenido, como fue el caso del
jornalero Antonio Romero Garrido, preso por llevar un colchón a la presa Isabel
Luna, también militante del FTRE. Se retenía la prensa y la correspondencia a
los presos desde la misma oficina de Correos. A finales de marzo de 1883
ya eran más de cuatrocientos los campesinos encarcelados y cinco mil el total
de obreros que habían pisado alguna prisión. La represión ya no se limitaba a la
provincia de Cádiz, sino también a las de Sevilla, Jaén y Málaga.
Paralelamente,
la prensa, afín al régimen, seguía publicando terroríficos relatos sobre las
supuestas actividades secretas de “La Mano Negra”. A partir de lo que se
contaba en la prensa, los diputados de las Cortes Generales comenzaban a pedir
una aplicación de la legislación vigente con mayor dureza.
Para
que los castigos pudieran ser ejemplares, se debía encontrar asesinatos que
atribuir a “La Mano Negra”. A principios de febrero, en un cortijo de Jerez, se
encontraron unos restos humanos que podían servir para atribuirlos a algún
inocente jornalero. Los “hábiles” interrogatorios del teniente coronel de la
Guardia Civil, José Oliver Vidal, consiguieron que varios trabajadores se
confesaran autores de la muerte. Además, el juez especial Del Pozo y el
fiscal Doménech lograron reunir mucha información sobre las supuestas
actividades de las asociaciones obreras y supuestos documentos que la Policía
atribuía a “La Mano Negra”.
Los
sumarios que se abrieron en los que estaban implicados los supuestos miembros
de la organización secreta pasaban los nueve mil folios. Fueron interrogados
cientos y cientos de trabajadores, de los cuales doscientos quedaron
procesados. Ya todo estaba preparado para que se celebraran los juicios contra
“La Mano Negra”, que se celebraron en el Palacio de la Justicia jerezano
situado en la Plaza del Arenal.
Los
juicios
Desde
las instancias judiciales se seleccionaron cuatro sumarios para representar lo
que supondría la mayor farsa judicial española, al menos de la época moderna.
Los cuatro sumarios fueron los siguientes: “Venta del Empalme” (26 de
mayo), “Cortijo de la Parrilla” (5 de junio), “Arcos” (30 de junio) y, por
último, el de los “Venteros Núñez” (28 de septiembre). Según diversos
historiadores españoles, la causa inmediata del montaje judicial respondía a la
posibilidad de que en verano de 1883 se perpetrara una huelga general en todo
el campo gaditano, y con tal represión se buscó, pues, golpear al naciente
sindicalismo obrero. El sumario del “Cortijo de la Parrilla” fue sin duda el
peor, donde más condenados a muerte hubo. Ese año se preveía una gran cosecha y
los caciques no iban a consentir perder sus beneficios.
El
primer sumario trataba el asesinato, el 2 de abril de 1883, del propietario y
tabernero Antonio Vázquez. Los acusados eran cuatro “sospechosos” de pertenecer
a “La Mano Negra”. Los cuatro fueron condenados a muerte por garrote vil. Las
únicas pruebas que se presentaron en el juicio fueron las confesiones recogidas,
bajo torturas, por la Guardia Civil.
El
segundo juicio se celebró para juzgar la muerte de Bartolomé Gago
Campos. Sin duda alguna, este segundo juicio fue el más famoso de todos
por la presencia de grandes irregularidades a la hora de presentar “pruebas” y
por el número de condenados. Se detuvieron a 600 personas, acusadas 17, y de
estas últimas se condenó a muerte a siete. El juicio se produjo en noviembre de
1882, y las condenas a muerte se perpetraron el 14 de junio de 1884 en la plaza
del Mercado de Jerez.
El
tercer sumario que celebró su vista fue el referente al “Crimen de Arcos”. Se
juzgaba el supuesto asesinato del Guardia Rural Fernando Oliveras que, aunque
la autopsia dictaminó que su fallecimiento fue causado por un disparo
accidental de su propia escopeta, la Guardia Civil presentó una carta “anónima”
que atribuía la muerte a una paliza dada por dos miembros de “La Mano Negra”,
Cristóbal Durán Gil y Antonio Jaime Domínguez. Los acusados y muchos de sus
familiares, fueron torturados y encarcelados. El 1 de julio de 1883 se hizo
pública la sentencia en la que se condenaba a Jaime y a Durán a 17 años y
cadena perpetua, respectivamente.
El
último juicio era el del sumario del crimen de “Los venteros Núñez”. Se
trataba de esclarecer el asesinato de los dueños de una taberna a medio camino
entre Jerez yTrabujena. El 3 de diciembre de 1882, cinco individuos asesinaron
al propietario, Juan Nuñez, y a su mujer, María Labrador. La cabeza
de turco fue el jornalero Juan Galán Rodríguez, al que se le obtuvo la
confesión de “pertenecer a una sociedad secreta” bajo terribles
torturas. El juez rechazó las declaraciones de más de veinte testigos que
negaron cualquier tipo de rencillas entre el acusado y Núñez, y prefirió tomar
como válidas las acusaciones de José Almorín, que padecía Síndrome de
Down, y del hijo de las víctimas, que tenía cuatro años de edad. El 22 de
septiembre de 1883 se dictó la sentencia por la cual Juan Galán era condenado a
muerte.
El
Gobierno contaba que con tales ejemplares condenas el asociacionismo naciente
en España y en concreto en el campo andaluz, se iría reduciendo cada vez más.
Tal cosa no fue así, sino todo lo contrario. Ni las detenciones, ni las
torturas, ni las condenas a muerte consiguieron detener las acciones reivindicativas
y las asociaciones obreras.
Los
juicios contra “La Mano Negra” se efectuaron sin la más mínima garantía. Los
miles de detenidos por ser sospechosos de pertenecer a esta inexistente
asociación fueron apaleados, torturados y hasta asesinados por garrote vil. La
instrucción judicial fue tan chapucera que cuando la “Revista de
Legislación” reveló los sumarios se vio forzada a prescindir las
fechas de algunos documentos para eludir que se pudieran demostrar errores y
contradicciones varias. De todos los condenados, ocho de ellos tuvieron que
esperar veinte años en prisión para poder ser indultados no sin mantener la
pena de destierro por la cual no pudieron acercarse a menos de dos kilómetros y
medio de Jerez de la Frontera. Aunque a estos ocho jornaleros no se les aplicó
el garrote vil, la realidad es que los mataron en vida, pues la mayor farsa de
la historia judicial de España les provocó torturas, humillaciones y veinte
años en prisión que nadie nunca más les podría devolver.
“Este
interés incesante por imputar a los anarquistas cualquier crimen con el
objetivo de deteriorar la imagen del colectivo ha sido constante en la historia
de este país”. Juan Madrid, historiador y periodista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario